Alberto Rodrigo pinta con maestría singular las
calles, las
plazas, la cuestas, los callejones, todos los elementos fundamentales de los
pueblos y lo hace con una gran delicadeza pictórica, como si esas plazas, esas calles, esas cuestas y esos callejones tuviesen una hermosura especial. Fíjense que también en esta
plaza está vigilante la
torre de la
iglesia, elemento que sublima todo el
paisaje. Admirable composición pictórica.