Luz ahora 0,06481 €/kWh

CORNOMBRE: EL CENTENO EN OMAÑA, SIEMBRA, SIEGA, ACARREO, MAJA,...

EL CENTENO EN OMAÑA, SIEMBRA, SIEGA, ACARREO, MAJA, MUELO Y PANERA

Pero, siguiendo el proceso de la maja a palo, cuando la “eirada” había sido desgranada se procedía a escoger las cañas menos machacadas, destinadas a los teitos, atándola en haces y al tiempo el resto de la paja se ataba en “cuelmos”, haces mayores y que se destinan a la alimentación del ganado. La R. A. E. L. llama cuelmo a la paja destinada a los techos. Evidentemente los omañeses no consultaban a los eruditos a la hora de dar nombre a las cosas o ¿eran los eruditos los que ignoraban los sustantivos rurales? Contradicciones semánticas o no, la faena en la era prosigue: limpia ya de paja, se procede a barrer el grano, con la dificultad de sacar los granos de entre el césped y para ello se utilizaban unos escobones, sin mango, conocidos como “codojos” por hacerse con las ramas de un pequeño arbusto, achaparrado y con púas duras, del mismo nombre. El grano así barrido se iba amontonando en una esquina de la era; a este montón se le daba el nombre de “muelo” y mientras duraba la maja un “centinela” dormía junto a él para protegerlo de los “cacos”, que también los había. Los cuelmos pasaban a ocupar el espacio que en los pajares dejaba la hierba recogida en julio. Los haces de paja de techo se guardaban también al resguardo de la lluvia y la nieve. La faena en la era terminaba con la “limpia” del grano amontonado en el muelo. Esta operación era una acabada expresión del atraso en que vivía aun el agro español. Los restos de espigas se procuraba reducirlas mediante el suave barrido de un escobón hecho con ramas tiernas y peladas de abedul; el “valeo” que con ramas ya más secas, se utilizaba para el barrido de los establos. Pero después del paso del valeo quedaban las diminutas porciones de las “arestas”, conocidas como “poisa”, partículas que se separarían del grano mediante un pintoresco procedimiento. Antes debe aclararse que se llamaba aresta a la especie de púas que en las espigas cubrían casi totalmente el grano de centeno. Esta forma de púa dura y afilada, al fragmentarse por el aporreamiento de los piértigos, producía aquella poisa que se resistía a perder el contacto con el centeno del muelo. Para librar el centeno de su compañía, se procedía primero a extender sobre la era, una especie de manta conocida como “lliteiro”, compuesta de un tejido de estrechas telas de algodón, para que esta fibra textil, colocada cerca del muelo, recogiera el centeno “limpiado” sin adherencias del césped, propiedad que no tenían mantas de lana. Como curiosidad, no hace muchos años, en ciudades portuguesas próximas a la frontera española, entre la “marabunda” de toallas codiciadas por el turista hispano, aparecían “lliteiros”, sin saber que nombre le dan nuestros vecinos lusos. Dispuesto el lliteiro, comenzaba la limpia: un experto “paleador” lanzaba al aire paladas de centeno, de forma que cayera sobre el lliteiro, dejando en su ascenso y caída que el viento se llevara la poisa. Obviamente si no había viento la operación de limpiado debía aplazarse, pero cuando la brisa serrana podía arrastrar la poisa, era de ver con qué rapidez y precisión el paleador hacia disminuir el muelo sucio para que otro ya aventado disminuía, a su vez, por el llenado de aquellos sacos estrechos y alargados hechos de lona y conocidos como “quilmas”. Estos envases, gracias a su forma y la textura de la lona, se adaptaban bien al manejo y transporte por parte de los curtidos “majadores” que, generalmente los llevaban desde la era al granero o panera que era el nombre que en Omaña se daba al receptáculo del centeno. Solo si la era distaba excesivamente de la panera, se utilizaba el carro. No faltaban los forzudos que cargaban quilmas conteniendo dos fanegas de grano, equivalentes a 80 kgs. Largos. Los graneros o paneras se ubicaban en los bajos de las casas, dentro de aquellos recintos conocidos como “suétanos” (en realidad semi sótanos), donde compartían espacio jamones, cecinas, chorizos, morcillas, lloscos, patatas, cebollas y lo más importante; el pellejo de vino. Las paneras solían tener forma cubica o de paralepipedo y en la parte inferior se abría la “trapa” orificio que se cerraba con una pequeña tabla que se deslizaba ajustándose a sendas ranuras practicadas en la tabla frontal de la panera. Por esta abertura se extraía el centeno principalmente para ser molido en los molinos conocidos como ”maquileros”,. La harina salida del molino, en su mayor parte se cernía con la “piñera” operación necesaria para separar el salvado de la harina destinada a la elaboración del pan de centeno, alimento básico en la alimentación de los omañeses que lo consumieron hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XX. La harina sin cerner, el salvado y en menor medida el grano, servían de pienso para el ganado, incluidos gallinas y perros mastines. Para estos últimos se mezclaba harina sin cerner, con agua produciéndose una masa espesa que en el habla omañesa se conocía como “batudo”. En aquella despensa que albergaba el suétano, había también un rincón para una especie de arcón elevado para contener la harina.