REFLEXIONES DESENFADADAS DE UN VIEJO CHICANO (2)
Yo apelo desde estas líneas a mis coterráneos a ir a la guerra santa contra el término "chico". Yo apelo también a que seamos capaces de resaltar otros aspectos que configuran nuestra personalidad. Ignoro si la cabecera natural de nuestro valle, el pueblo de Lazado, otrora rico en latines, se engloba con el discurrir del Ozeo o por el contrario se escapa por la Fucarona hacia el valle central. Quizá el valle propiamente dicho comience en Villabardín, a donde bajan bravias y transparentes las aguas del río Ozeo, esas aguas generosas que durante muchos años habían desterrado los candiles de Murías. Si esta hipótesis es la correcta, el valle se reduce al propio Villabandín, Rodicol y Sabugo, es decir, que corto y noble es el curso de nuestro Ozeo, que, generoso una vez más, entrega sus aguas en Omañón al río principal.
Pero esos otros signos de identidad no se reducen a nuestro amado y humilde río, pues, por ejemplo, si aceptamos que Murias es tan antigua como los asentamientos celtas en el castro del Cubichón, nuestro mínimo valle, en escasos dos kilómetros atesora tres castros, a saber, el teso del Castro en Villabandín y el Cuturriello y la Corona en Rodicol. El castro de Villabandín
presenta en su cúspide, huella clara de haber albergado un remoto asentamiento humano y en sus laderas, las rejas de los vetustos arados romanos, arrancaron más de una vez vestigios de piedras talladas por el hombre primitivo, vestigios: que la incuria y la ignorancia han impedido su conservación.
Al pie del Cuturriello, por los años 60, la última maestra que tuvo Rodicol, con sus escasos alumnos, descubrieron lo que entonces se conoció como ídolo pre-céltico y que ahora, superada la "moralina" de entonces, se le designa como un ídolo fálico, y prehistórico.
Basten estos dos ejemplos para atestiguar que el valle "chicano" estuvo habitado desde tiempos por lo menos tan remotos como aquellos en los que habitaban ya los ancestros de los "murienses" (¿puede usarse este patronímico?).
Abundando en las señas de identidad del valle del Ozeo, acude la orografía. De occidente a oriente se alzan cuatro cumbres, cada una superando los 2.000metros de altura, Peña laArena y La Cañada en Villabandín y La Vidulina y Los Montechos en Rodicol. Destaca La Cañada como el pico más alto de Omaña, pero los cuatro parecen guardianes de las esencias del valle que impiden extrañas mezclas con Babia y el valle de Salce.
Por los picos de Villabandín, aún en el primer tercio del siglo pasado triscaban el duro pasto los rebecos, ¿cómo desaparecieron?. Quizás como compensación, en la parte aveseda del valle, aún pervive el corzo que en invierno ramonea las matas de acebo.
Siguiendo con lo orográfico, ¿quién sería capaz de no extasiarse contemplando el brusco aflorar de la roca, ese manantial conocido como Fuentes Blancas y que da lugar al río Ozeo?. Casi en la vertical de esa fuente, que por ignoradas razones utiliza en su nombre el plural, en la empinada ladera, se abre una cueva inexplorada, refugio de pastores y quién sabe si también lo fue de humanos en la Prehistoria. Y siguiendo con la orografía de Villabandín, en los amplios pastizales que culminan en sus moles montañosas, cuando la vegetación arbórea desaparece, la hierba solo ve disputado su predominio por las
arandaneras y la genciana y podía así servir para el pasto veraniego de las merinas trashumantes que subían de los abrasados campos extremeños. Lo hacían por rutas que en otros pagos, se conocían como cañadas reales y en nuestro valle se decía "el cordel". Desde cuando la parte de los pastizales de Villabandín daban cobijo a las merinas, es algo que ignoro, pero no considero descabellado suponer que los pastores extremeños llegaban ya a los pastos omañeses cuando aún los castellanoleoneses guerreaban contra las huestes sarracenas, al amparo de aquella organización ganadera que el propio Alfonso X el Sabio, le concedió desmedidas atribuciones y que ha pasado a la Historia
con el nombre de Mesta.
No solo merinas y vacas "mañias" deambulaban al borde de las cumbres. Desde las alturas de Rodicol, discurría la senda nocturna de los "semedanos" (ignoro origen y significado de la palabreja), aquellos intrépidos asturianos, que conduciendo reatas de muías, en los aciagos días de nuestra post-guerra civil, practicaban el "estraperto", comprando clandestinamente el centeno que a escondidas de la Guardia Civil, llevaban desde Omaña a las hambrientas cuencas mineras de Asturias. La senda semedana enlazaba con la ruta que desde Villabandín, salvando las alturas, llegaba a Peñalba de los Cilleros, ya en tierras de Babia.
Ya quedan referidos algunos nombres de parajes, pero la toponimia del Valle es mucho más rica y también de etimología incierta. Algún nombre más saldrá al discurrir de estas reflexiones, pero singularmente quiero referirme a una zona de los repetidos pastizales de Villabadín, Fis o Fix de Moros. ¿En tiempos lejanos llegarían despistados algunos moros? Se me ocurre que pudieran ser los que a pedradas expulsó de Covadonga Don Pelayo.
Yo apelo desde estas líneas a mis coterráneos a ir a la guerra santa contra el término "chico". Yo apelo también a que seamos capaces de resaltar otros aspectos que configuran nuestra personalidad. Ignoro si la cabecera natural de nuestro valle, el pueblo de Lazado, otrora rico en latines, se engloba con el discurrir del Ozeo o por el contrario se escapa por la Fucarona hacia el valle central. Quizá el valle propiamente dicho comience en Villabardín, a donde bajan bravias y transparentes las aguas del río Ozeo, esas aguas generosas que durante muchos años habían desterrado los candiles de Murías. Si esta hipótesis es la correcta, el valle se reduce al propio Villabandín, Rodicol y Sabugo, es decir, que corto y noble es el curso de nuestro Ozeo, que, generoso una vez más, entrega sus aguas en Omañón al río principal.
Pero esos otros signos de identidad no se reducen a nuestro amado y humilde río, pues, por ejemplo, si aceptamos que Murias es tan antigua como los asentamientos celtas en el castro del Cubichón, nuestro mínimo valle, en escasos dos kilómetros atesora tres castros, a saber, el teso del Castro en Villabandín y el Cuturriello y la Corona en Rodicol. El castro de Villabandín
presenta en su cúspide, huella clara de haber albergado un remoto asentamiento humano y en sus laderas, las rejas de los vetustos arados romanos, arrancaron más de una vez vestigios de piedras talladas por el hombre primitivo, vestigios: que la incuria y la ignorancia han impedido su conservación.
Al pie del Cuturriello, por los años 60, la última maestra que tuvo Rodicol, con sus escasos alumnos, descubrieron lo que entonces se conoció como ídolo pre-céltico y que ahora, superada la "moralina" de entonces, se le designa como un ídolo fálico, y prehistórico.
Basten estos dos ejemplos para atestiguar que el valle "chicano" estuvo habitado desde tiempos por lo menos tan remotos como aquellos en los que habitaban ya los ancestros de los "murienses" (¿puede usarse este patronímico?).
Abundando en las señas de identidad del valle del Ozeo, acude la orografía. De occidente a oriente se alzan cuatro cumbres, cada una superando los 2.000metros de altura, Peña laArena y La Cañada en Villabandín y La Vidulina y Los Montechos en Rodicol. Destaca La Cañada como el pico más alto de Omaña, pero los cuatro parecen guardianes de las esencias del valle que impiden extrañas mezclas con Babia y el valle de Salce.
Por los picos de Villabandín, aún en el primer tercio del siglo pasado triscaban el duro pasto los rebecos, ¿cómo desaparecieron?. Quizás como compensación, en la parte aveseda del valle, aún pervive el corzo que en invierno ramonea las matas de acebo.
Siguiendo con lo orográfico, ¿quién sería capaz de no extasiarse contemplando el brusco aflorar de la roca, ese manantial conocido como Fuentes Blancas y que da lugar al río Ozeo?. Casi en la vertical de esa fuente, que por ignoradas razones utiliza en su nombre el plural, en la empinada ladera, se abre una cueva inexplorada, refugio de pastores y quién sabe si también lo fue de humanos en la Prehistoria. Y siguiendo con la orografía de Villabandín, en los amplios pastizales que culminan en sus moles montañosas, cuando la vegetación arbórea desaparece, la hierba solo ve disputado su predominio por las
arandaneras y la genciana y podía así servir para el pasto veraniego de las merinas trashumantes que subían de los abrasados campos extremeños. Lo hacían por rutas que en otros pagos, se conocían como cañadas reales y en nuestro valle se decía "el cordel". Desde cuando la parte de los pastizales de Villabandín daban cobijo a las merinas, es algo que ignoro, pero no considero descabellado suponer que los pastores extremeños llegaban ya a los pastos omañeses cuando aún los castellanoleoneses guerreaban contra las huestes sarracenas, al amparo de aquella organización ganadera que el propio Alfonso X el Sabio, le concedió desmedidas atribuciones y que ha pasado a la Historia
con el nombre de Mesta.
No solo merinas y vacas "mañias" deambulaban al borde de las cumbres. Desde las alturas de Rodicol, discurría la senda nocturna de los "semedanos" (ignoro origen y significado de la palabreja), aquellos intrépidos asturianos, que conduciendo reatas de muías, en los aciagos días de nuestra post-guerra civil, practicaban el "estraperto", comprando clandestinamente el centeno que a escondidas de la Guardia Civil, llevaban desde Omaña a las hambrientas cuencas mineras de Asturias. La senda semedana enlazaba con la ruta que desde Villabandín, salvando las alturas, llegaba a Peñalba de los Cilleros, ya en tierras de Babia.
Ya quedan referidos algunos nombres de parajes, pero la toponimia del Valle es mucho más rica y también de etimología incierta. Algún nombre más saldrá al discurrir de estas reflexiones, pero singularmente quiero referirme a una zona de los repetidos pastizales de Villabadín, Fis o Fix de Moros. ¿En tiempos lejanos llegarían despistados algunos moros? Se me ocurre que pudieran ser los que a pedradas expulsó de Covadonga Don Pelayo.