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CORNOMBRE: Estoy deseando hablar con Pío y leerle todos vuestros...

Enredado en las mallas de internet por obra y gracia de mis parientas Isabel y María Valcarce, hijas de Ángel Valcarce Martínez, primo de mi madre y de María Mallo, me siento obligado a explicar un poco el recuerdo gratificante del pueblo de Cornombre. Aparte los vínculos familiares descritos, mi tío José Martínez Valcarce, que durante muchos años fuera el maestro del pueblo, sin duda me contagio su amor por Cornombre, amor que más tarde afianzaría cuando tuve ocasión de tratar a sus gentes. Curiosamente al primer vecino que conocí no fue en Cornombre, fue en los montes de Rodicol, se trataba de aquel acreditado cazador que se llamó Maximiliano. Penosamente su recuerdo lo asocio a la tragedia que sufrió el fatídico 16 de agosto del 1946, tragedia que fue llorada por mi familia, Maximiliano y mi tío eran buenos amigos. Mis primeras incursiones a Cornombre tuvieron como motivo ejercer por cortos periodos de tiempo, de “maestro amateur” para sustituir a mi tío, comisionado por el vecindario para realizar gestiones beneficiosas para el pueblo. Recuerdo especialmente una ocasión en la que el maestro se trasladó a Valladolid para gestionar la licencia de corta de madera en el magnífico robledal conocido como La Devesa. Aquellas cortas servían para financiar obras públicas que destacaron entre los pueblos del contorno, tal fue el milagro de dotar de luz eléctrica al pueblo. Pero cuando yo, con la experiencia de haber pasado por otros pueblos, adquirí la certeza de que aquella pequeña colectividad daba ejemplo de solidaridad a las aldeas del entorno, fue cuando en los años 1952, 1953 y 1954, como “experto maquinista” maje las facinas de Cornombre. Qué duda cabe que en Cornombre se darían pequeñas rencillas si una vaca se comía las berzas de otro vecino o en situaciones parecidas, pero en los trabajos colectivos como las obras de mejora del pueblo las majas que se hacían colectivamente o cuando festejaban su patrona el 15 de agosto, el espíritu solidario campaba sobre toda otra consideración. Aquellas gentes que siempre me acogieron con cordialidad me gustaría recordarlas una por una, pero mis 81 años seguro dejan en el tintero a varias. Aparte Ángel y familia, mi recuerdo va en primer lugar para Gloria Álvarez y sus hijos, aquel Lorenzo fallecido prematuramente, que de chavalote, un año que segué la hierba de su madre y reía a carcajadas porque habíamos baltado el carro cargado de hierba o su hermana Benilde que al fallecimiento de mi madre en 1951 nos ayudó en la casa de Rodicol y a la que yo apreciaba como si fuese la hermana que nunca tuve; como olvidar al gran organizador de juergas, Quico, como no recordar a Tomas y Natividad que sufriría la perdida, muy joven de su hijo Pepe, seguir en la lista de mis recuerdos con Dionisio y Benilde, sus dos sobrinas Celsa y Sira; a Maximiliano con sus hijos Jesús, Eloy, Marina, Luis, de Ulpiano, de Elpidia, de Dorina, de la picara Nieves, etc.
Muchos nos han dejado pero me haría feliz que en el foro de Cornombres e me permitiera rendir tributo a toda aquella gente que recuerdo con afecto. Hoy siento pena por ver el pueblo casi desierto; hace 56 años que solté el arado en Rodicol pero no creo sea añoranza de viejo contribuir un poco a que los jóvenes que tienen sus raíces en el pueblo no olviden que en el viejo Cornombre hubo en el pasado una vida dura pero casi feliz, que no olviden que allí se hacían filandones en el invierno, se bailaba al son de la pandereta, se corría la rosca y en definitiva había que no olvidarnos los pocos que vamos quedando.

Pio Luis Álvarez Martínez. Enero de 2011.

MARIA, muchas gracias por estos recuerdos, gracias tambien para PIO.
Un abrazo.

Estoy deseando hablar con Pío y leerle todos vuestros mensajes. Gracias a vosotros, un abrazo.