Cada día estoy más convencido de que el paso de los años va desgajando jirones de mi memoria y me felicito que alguien acuda a rellenar las lagunas de mis recuerdos. Así, tomo conciencia de que en mis años mozos yo acudía a desgranar la mies en Manzaneda, que las mozas me mullian la cama con ortigas y que iba por los pueblos preñando mozas. Yo, que solo recordaba que en una noche de francachela creí que iba a “montar una potra de nácar, sin bridas y sin estribos” y que fracasé porque la potra tenia jinete habitual y menos tarugo que yo. Yo, que, seguramente, deformados por los años, me recordaba como protagonista de episodios que por decoro no puedo proporcionar a Tirso para que tuviese una idea más cabal de mis andanzas juveniles. También como en una nebulosa recuerdo que alguna vez me mulleron la cama con delicada capa de harina de centeno y que a otros se la mullian con fleitos, como se hacía con las vacas atadas al presel. De las preñeces que al parecer cometí seguro se debieron a la escasez de “calcetines de viaje” o a las veleidades del doctor Ogino. En todo caso, podría explicarme ahora que la nietas “de aquellas a las que amé tanto, me besan ahora como se podría besar a un santo”. ¿Serán mis ignotas nietas? Sácame de la duda Tirso para remediar en la medida de lo posible mis pecados juveniles.