EL CENTENO EN OMAÑA, SIEMBRA, SIEGA, ACARREO, MAJA, MUELO Y PANERA
Antes de seguir conviene aclarar que el significado que tenían las palabras gavilla y manojo, era exactamente inverso a como los define el diccionario de la Real Academia de la Lengua, mientras que “morena” pertenecía al habla omañesa, como otros términos que aparecererán en el discurrir de de la historia del centeno.
Ultimada la siega, los carros, tirados por yuntas de vacas, llevaban la cosecha desde las morenas hasta la era. Las eras omañesas tenían césped aunque en agosto perdieran el verdor primaveral y en ellas no se practicaba la trilla, tan común en la inmensa mayoría de España, más adelante se explicaran los procedimientos de desgranado de la mies. De momento seguimos con la llegada de los carros cargados de manojos a la era. Era preciso almacenar, por un tiempo, los manojos al aire libre, expuestos a una repentina tormenta y para ello, desde tiempo inmemorial, los omañeses habían aprendido el arte de construir las “facinas”. Esta especie de arquitectura, cuando estaba terminada tenia la forma de un cono de varios metros de altura; en ella se disponían los manojos en sucesivas capas, cuya circunferencia disminuía al ir ganando en altura,. No todo el mundo tenía la habilidad para lograr airosos conos, pero todos los labriegos conocían como debían disponerse los manojos para que la lluvia no estropeara la cosecha; el manojo se colocaba en forma inclinada de modo que las espigas se situaran en el interior de la facina y en un plano más elevado que la parte baja de la caña del centeno que allí se conocía como “touza”. De esta manera, si se presentaba la lluvia, esta resbalaba sobre las touzas exteriores de cada capa, quedando a salvo las espigas.
Enhiestas las facinas, quizás la era ha necesitado la siega de su hierva reseca y da comienzo el proceso de desgranado que, al menos en los últimos lustros de la producción de centeno, podía hacerse de dos formas. Cualquiera que fuese la variedad, esta etapa se conocía como la “maja”. Majar equivale al término culto recogido por la R. E. A. L., “mayar”. Majar o mayar, era la forma ancestral de desgranar el centeno y también el trigo o la cebada y consistía en tender la mies de los manojos sobre la era, quedando bien al descubierto las espigas que era golpeadas con el piértigo o mayal, produciendo la separación del grano de la paja. El piértigo consistía en dos palos unidos por correas de cuero basto que permitía manejar el palo más largo o piértigo con el más corto (mañueca) que hacía las veces de mango. Los majadores se situaban unos a cada lado del tendido del centeno que iban a aporrear. El numero de “aporreadores” por cada banda, era variable, pero existía una modalidad que ejecutaban cuatro personas, dos por cada lado, conocida como “majar a la zapatera”. La sintonización de los cuatro majadores se traducía con una especie de música por las cuatro notas producidas por los piértigos al golpear la mies extendida en la era; una secuencia de dos golpes separados por muy poco tiempo, un espacio algo más largo y os dos piértigos de la pareja situada enfrente, caían con rapidez, uno tras otro. Era algo así coma pa.. pa…….. pa.. pa y era la traducción sonora de un arte de majar mucho más efectivo que el monótono aporreo de mayor numero de “majadores” golpeando de una vez los de una banda del tendido, seguidos de análoga respuesta de la cuadrilla de enfrente. En la maja a la zapatera generalmente la componían un hombre y una mujer por cada lado; el varón sacudía hábilmente las espigas y velozmente la mujer sacudía las “touzas” para completar el desgranado del centeno y lograr que el grano cayera de la paja al suelo de la era. La maja en sus dos variedades solía reunir a varios labradores y en pueblos pequeños, y sin desavenencias, se unía todo el pueblo, como sucedía en una pequeña aldea que merece ser recordada por la solidarizad entre sus vecinos; Cornombre. Hoy aquella pequeña población está prácticamente deshabitada; solo un matrimonio se mueve por sus calles desiertas.
Antes de seguir conviene aclarar que el significado que tenían las palabras gavilla y manojo, era exactamente inverso a como los define el diccionario de la Real Academia de la Lengua, mientras que “morena” pertenecía al habla omañesa, como otros términos que aparecererán en el discurrir de de la historia del centeno.
Ultimada la siega, los carros, tirados por yuntas de vacas, llevaban la cosecha desde las morenas hasta la era. Las eras omañesas tenían césped aunque en agosto perdieran el verdor primaveral y en ellas no se practicaba la trilla, tan común en la inmensa mayoría de España, más adelante se explicaran los procedimientos de desgranado de la mies. De momento seguimos con la llegada de los carros cargados de manojos a la era. Era preciso almacenar, por un tiempo, los manojos al aire libre, expuestos a una repentina tormenta y para ello, desde tiempo inmemorial, los omañeses habían aprendido el arte de construir las “facinas”. Esta especie de arquitectura, cuando estaba terminada tenia la forma de un cono de varios metros de altura; en ella se disponían los manojos en sucesivas capas, cuya circunferencia disminuía al ir ganando en altura,. No todo el mundo tenía la habilidad para lograr airosos conos, pero todos los labriegos conocían como debían disponerse los manojos para que la lluvia no estropeara la cosecha; el manojo se colocaba en forma inclinada de modo que las espigas se situaran en el interior de la facina y en un plano más elevado que la parte baja de la caña del centeno que allí se conocía como “touza”. De esta manera, si se presentaba la lluvia, esta resbalaba sobre las touzas exteriores de cada capa, quedando a salvo las espigas.
Enhiestas las facinas, quizás la era ha necesitado la siega de su hierva reseca y da comienzo el proceso de desgranado que, al menos en los últimos lustros de la producción de centeno, podía hacerse de dos formas. Cualquiera que fuese la variedad, esta etapa se conocía como la “maja”. Majar equivale al término culto recogido por la R. E. A. L., “mayar”. Majar o mayar, era la forma ancestral de desgranar el centeno y también el trigo o la cebada y consistía en tender la mies de los manojos sobre la era, quedando bien al descubierto las espigas que era golpeadas con el piértigo o mayal, produciendo la separación del grano de la paja. El piértigo consistía en dos palos unidos por correas de cuero basto que permitía manejar el palo más largo o piértigo con el más corto (mañueca) que hacía las veces de mango. Los majadores se situaban unos a cada lado del tendido del centeno que iban a aporrear. El numero de “aporreadores” por cada banda, era variable, pero existía una modalidad que ejecutaban cuatro personas, dos por cada lado, conocida como “majar a la zapatera”. La sintonización de los cuatro majadores se traducía con una especie de música por las cuatro notas producidas por los piértigos al golpear la mies extendida en la era; una secuencia de dos golpes separados por muy poco tiempo, un espacio algo más largo y os dos piértigos de la pareja situada enfrente, caían con rapidez, uno tras otro. Era algo así coma pa.. pa…….. pa.. pa y era la traducción sonora de un arte de majar mucho más efectivo que el monótono aporreo de mayor numero de “majadores” golpeando de una vez los de una banda del tendido, seguidos de análoga respuesta de la cuadrilla de enfrente. En la maja a la zapatera generalmente la componían un hombre y una mujer por cada lado; el varón sacudía hábilmente las espigas y velozmente la mujer sacudía las “touzas” para completar el desgranado del centeno y lograr que el grano cayera de la paja al suelo de la era. La maja en sus dos variedades solía reunir a varios labradores y en pueblos pequeños, y sin desavenencias, se unía todo el pueblo, como sucedía en una pequeña aldea que merece ser recordada por la solidarizad entre sus vecinos; Cornombre. Hoy aquella pequeña población está prácticamente deshabitada; solo un matrimonio se mueve por sus calles desiertas.
Extraordinaria descripción. Me gusta. Te felicito. No se debe perder lo que fue nuestra vida, se nota que lo añoras.