Cerrando estoy con esfuerzo, a cal y canto, mis puertas y ventanas a los vientos del ocaso.
¡Qué miedos, qué vergüenzas, qué desánimos!
Mis vecinos, mis parientes, mis amigos,— bueno, de esos no tengo tantos— se preocupan por su vida.
Temen tanto, que viven poco y malo.
¡Ay esos vientos frescos que soplaban antaño!
Debe ser el otoño.
Hojas amarillas, negras, rojas… cubren las calles, los caminos, los campos.
No sé si se termina mi vida.
Pero sé que ya gasté otro día.
No me preocupa nada ... (ver texto completo)
¡Qué miedos, qué vergüenzas, qué desánimos!
Mis vecinos, mis parientes, mis amigos,— bueno, de esos no tengo tantos— se preocupan por su vida.
Temen tanto, que viven poco y malo.
¡Ay esos vientos frescos que soplaban antaño!
Debe ser el otoño.
Hojas amarillas, negras, rojas… cubren las calles, los caminos, los campos.
No sé si se termina mi vida.
Pero sé que ya gasté otro día.
No me preocupa nada ... (ver texto completo)