Y aquella
feliz, despreocupada y rumbosa oca fué convertida por las manos de las presentes en un soberbio, rimbombante y espectacular asado a fuego lento, con leña de roble. Sus adentros se llenaron con dátiles, manzanas, higos y pasas y Marilín y Tavines comieron con avidez su jugosa pechuga y degustaron con inmensa fruición los cadrliles, que oronda, exibía la palmípeda.