El influjo del silencio
que te va sumiendo
sin poder llorar
que te va lamiendo
tu lento esperar,
sin tener aliento,
en poner acento,
de poder cantar,
melodía incierta
que te abre la puerta
sin poder entrar,
rumoroso el viento,
meciendo el lamento,
guardado en tu hogar
y besa el sustento
del triste otoñar.
Te envuelve en colores
que al bosque tú dás.
No hay noche, no estás,
las hojas caídas
que no tienen vida
tu mano de viento,
sí que se las dá.
Omaña se asoma
por el ventanal,
mirando hacia el cielo
que está con tu velo
y peina ese pelo,
buscando tu faz.
Luminosa roca
que alegra el pesar,
¿porqué no pudiste,
quedarte en tu hogar?,
apagando el fuego
de esta inmensidad
que se extiende y llora
porque en ti te aflora
la sutil demora
de la luz de amar.
Bendita esta tierra
que te ama y tu adoras,
cómo nadie nunca,
ni tal vez.... jamás.
Tavines.
que te va sumiendo
sin poder llorar
que te va lamiendo
tu lento esperar,
sin tener aliento,
en poner acento,
de poder cantar,
melodía incierta
que te abre la puerta
sin poder entrar,
rumoroso el viento,
meciendo el lamento,
guardado en tu hogar
y besa el sustento
del triste otoñar.
Te envuelve en colores
que al bosque tú dás.
No hay noche, no estás,
las hojas caídas
que no tienen vida
tu mano de viento,
sí que se las dá.
Omaña se asoma
por el ventanal,
mirando hacia el cielo
que está con tu velo
y peina ese pelo,
buscando tu faz.
Luminosa roca
que alegra el pesar,
¿porqué no pudiste,
quedarte en tu hogar?,
apagando el fuego
de esta inmensidad
que se extiende y llora
porque en ti te aflora
la sutil demora
de la luz de amar.
Bendita esta tierra
que te ama y tu adoras,
cómo nadie nunca,
ni tal vez.... jamás.
Tavines.