Río Omaña, río Omaña,
discurres por esta tierra,
y riegan tus aguas claras
los valles y las riberas.
Los árboles te acompañan:
chopos, alisos y fresnos,
te visten con su ramajes
y se miran en tu espejo.
Grandes peñas plateadas
se levantan a tu paso,
pero tú sigues tranquilo
y las miras de soslayo.
Desde el alto Tambarón
en torrentes y cascadas
bajas raudo y saleroso
hasta la Omaña más baja.
En tus tabladas serenas
el silencio te acompaña,
pero, cuando coges bríos,
tus aguas cantan y bailan.
Tú recorres nuestros pagos
por presas y por regueros,
fértil haces nuestra tierra:
nuestras veigas, nuestros huertos.
Puentes tienden sobre ti
que como armazones son,
pero tú sigues sereno:
los prestas de mirador.
Puentes antiguos, modernos,
de madera o de hormigón,
permiten pasar enjutos
disfrutando tu frescor.
Buenas truchas omañesas
se cobijan en tus aguas,
esperando al pescador
que con arte va a sacarlas.
Das nombre a una comarca:
como tú, Omaña se llama.
Muchos valles, muchos altos,
muchos pueblos la reclaman.
Son casi setenta nombres
que habría que mencionar:
todos los valles y lombas
y tierras de pan llevar.
Desde Los Bayos, al norte,
hasta llegar a La Utrera,
los caminos y senderos
recorren Omaña entera.
Por cordeles de merinas
o por calzadas romanas
ha caminado su historia
por pueblos y por montañas.
En Omaña manan fuentes
que corren por sus barrancos,
hay plantas de todas clases
y animales muy variados.
Desde la lundre del río,
hasta el corzo saltarín,
nos sorprende el oso pardo,
y hasta incluso el jabalí.
Desde los tesos más altos
el urogallo vigila,
los acebos y abedules
comparten su compañía.
Los cantos de los pájaros,
nos despiertan al albor,
con cantaridos sinfónicos,
de armonía y de color.
Omaña muestra sus montes,
sus vallinas, sus arroyos,
también guarda buena gente
que es, sin duda, su tesoro.
Las personas que aquí viven,
son gentes de buen gerol,
trabajadoras y honradas,
y de buena condición.
Sus costumbres, sus cantares,
sus jotas y baile chano
han resonado en sus pueblos
y quieren seguir soñando.
Y las mozas omañesas
los ramos engalanaban
y en las fiestas señaladas
discurres por esta tierra,
y riegan tus aguas claras
los valles y las riberas.
Los árboles te acompañan:
chopos, alisos y fresnos,
te visten con su ramajes
y se miran en tu espejo.
Grandes peñas plateadas
se levantan a tu paso,
pero tú sigues tranquilo
y las miras de soslayo.
Desde el alto Tambarón
en torrentes y cascadas
bajas raudo y saleroso
hasta la Omaña más baja.
En tus tabladas serenas
el silencio te acompaña,
pero, cuando coges bríos,
tus aguas cantan y bailan.
Tú recorres nuestros pagos
por presas y por regueros,
fértil haces nuestra tierra:
nuestras veigas, nuestros huertos.
Puentes tienden sobre ti
que como armazones son,
pero tú sigues sereno:
los prestas de mirador.
Puentes antiguos, modernos,
de madera o de hormigón,
permiten pasar enjutos
disfrutando tu frescor.
Buenas truchas omañesas
se cobijan en tus aguas,
esperando al pescador
que con arte va a sacarlas.
Das nombre a una comarca:
como tú, Omaña se llama.
Muchos valles, muchos altos,
muchos pueblos la reclaman.
Son casi setenta nombres
que habría que mencionar:
todos los valles y lombas
y tierras de pan llevar.
Desde Los Bayos, al norte,
hasta llegar a La Utrera,
los caminos y senderos
recorren Omaña entera.
Por cordeles de merinas
o por calzadas romanas
ha caminado su historia
por pueblos y por montañas.
En Omaña manan fuentes
que corren por sus barrancos,
hay plantas de todas clases
y animales muy variados.
Desde la lundre del río,
hasta el corzo saltarín,
nos sorprende el oso pardo,
y hasta incluso el jabalí.
Desde los tesos más altos
el urogallo vigila,
los acebos y abedules
comparten su compañía.
Los cantos de los pájaros,
nos despiertan al albor,
con cantaridos sinfónicos,
de armonía y de color.
Omaña muestra sus montes,
sus vallinas, sus arroyos,
también guarda buena gente
que es, sin duda, su tesoro.
Las personas que aquí viven,
son gentes de buen gerol,
trabajadoras y honradas,
y de buena condición.
Sus costumbres, sus cantares,
sus jotas y baile chano
han resonado en sus pueblos
y quieren seguir soñando.
Y las mozas omañesas
los ramos engalanaban
y en las fiestas señaladas