Cuando yo era pequeño, a este lugar le llamábamos "La Portiella" y los que vivíamos cerca íbamos a jugar a los mineros buscando las pequeñas capas de carbón y lo cargábamos en los
trenes hechos con latas de sardinas.
Hablo de principios de los años cincuenta.
¡Cuánto ha llovido!
Desde Las Palmas de
Gran Canaria, con mucho cariño para Espina y su gente.
A pesar de los años sigue estando presente.