Cuando caía la tarde sobre Espina, como en la foto de la muestra, yo veía como la congoja se apoderaba de mi madre y parecía que se empequeñecía hasta el nuevo amanecer. Sin embargo a mi no me importaba, es más, sobre todo en verano me gustaba el atardecer y en invierno cuando había nieve y me iba para casa a calentarme en la cocina.