El
potro. Que no de tortura, sinó de herrar las
vacas, bueyes y alguna que otra mula de las
minas y también algún burro. Cuando no, eran nuestros columpios preferidos, sentados en aquellas correas de badana prendidas de las cadenas que se sujetaban al chirriante torno giratorio, y va y viene, y viene y va, y gññi y gñrruuu, y gñrruu y gññiii. Te acercaron a la
fragua que hoy ya es caserón. Le hubiera gustado a Atilano tenerte tan cerca.Tu ahí sigues. ¿Potro?.¿Columpio?
Me temo que ni lo uno ni lo
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