Oye, yo no recuerdo lo de la olla, porque ya no me pillaron los planes de desarrollo y para finales de los sesenta ya no nos daban leche en los recreos. Pero sí la de veces que pasé por aquí con una nevada como ésta. En esos recodos solía hacer borrasca, viento y nieve que te calaba hasta los huesos. Llevábamos unas botas de goma que helaban los pies... Esta foto es una preciosidad. Has captado esa especie de oscuridad gris de los días como ése. Tiene el color del silencio. Se me ha pasado otro año sin vivir una nevada como ésta. Saludos desde Gijón, Elba.