Aparte de los cánticos que acompañaban a la celebración de la Misa o del Rosario, que cantaban casi todas las mujeres y niños y muy pocos hombres, en Vegarienza se cantaba poco. Y de música, mucho menos. Vagamente creo recordar un acordeón de madera muy rudimentario que era del primo Paco y que nunca vi tocar a nadie. Los chavales nos fabricábamos chiflos de palero que podían clasificarse como instrumentos de viento, pero de ellos no salía música, solo un sonido inmisericorde para los que estaban ... (ver texto completo)
Salvador tocaba sin partitura y tenía un repertorio de unas cuantas canciones que se repetían, como un carrusel, a lo largo de la noche. Costaba un tiempo familiarizarse con las peculiares versiones que hacía de las canciones, pero todos terminábamos danzando al son del fuelle de su acordeón. En la época en que todo era música regional, pasodobles, boleros y valses, parecía que el ritmo que Salvador imprimía a su acordeón era el justo. Cuando en los sesenta y tantos comenzaron a llegar los endemoniados ... (ver texto completo)