FOLLOSO: Amigo El Carballo:...

Voy a hacer la competencia a Peña y recordaros algo de otros tiempos. El ganado menudo eran cabras y ovejas, muy abundantes en la zona por ser terreno apropiado para ambas: las ovejas tenían las tierras centenales en barbecho y abundantes campares donde pastar, y las cabraas tenían un monte inmenso de robles, escobas y urces desde la sierra de Andarraso hasta los valles del Monte de Arriba. De hecho en Folloso había en tiempos varios rebaños de cabras y castrones con sus pastores asalariados correspondientes. Yo apenas recuerdo el último de casa de mi abuelo que se llamaba Silverio. El número de cabezas de ganado se redujo de forma considerable, pero siguió habiendo vecera de cabras y ovejas hasta final de los 60. Estaba bien organizada: cada cuatro animales era un día de pastoreo, y las fracciones se guardaban en corridas alternas. Como todo era conocido sabías bien cuándo te tocaba ir con las cabras o las ovejas. Cada vecino conocía bien cuáles eran sus animales porque tenían una señal en las orejas que se la ponían cuando todavía eran bebés. Era todo un rito que se solía hacer el Jueves Santo, se señalaban cabritos y corderos y a estos además se les cortaba el rabo. La señal de mi casa era una especie de V abierta (se decía un mosquito) en cada oreja por delante, fácil, se doblaba la orejita y con unas tijeras un corte. Recuerdo que la de casa de Anónimo era las puntas de las orejas cortadas. Así todos los animales del rebaño estaban identificados y cada pastor conocía bien a quién pertenecían.
A mí las ovejas no me caían bien, parecían más tontas, siempre con el morro en el suelo y siguiendo unas a otras sin tomar decisiones propias, no tenían personalidad. En cambio las cabras eran otra cosa, más agiles y esbeltas, te miraban a la cara y con una actitud dinámica se buscaban la vida salvando cualquier obstáculo. Recuerdo que las cabras de casa de Peña siempre eran muy desarrolladas y oía comentar que era debido al magnífico corral de que disponían, con una parte en cuesta y con sus propias peñas donde las cabras se sentirían felices.
Curioso de las cabras era como mantenían las relaciones de parentesco, llegada la noche se acostaban agrupadas por familias a rumiar y a dormir.
A veces las dos veceras de cabras y ovejas se juntaban, de manera que la compañía estaba asegurada: comer la merienda a la sombra cerca de la fuente, ordeñar alguna cabra, mazar la leche en una botella y en definitiva pasar felicas el día.
¿Que quedó de todo aquello? Todo pasa, pero como dice el poeta, siempre queda la belleza del recuerdo. Salu2 pastoriles.

Amigo El Carballo:
Tambien yo recuerdo a Silverio (no se si vive, creo que si). Era de Ponjos, un hermano se casó con una prima mía y aún vive (en Murias de Ponjos).
Recuerdo a Tu abuelo, siempre con sombrero de tela, y a Silverio subiendo, pueblo arriba. con un rebaño de castrones comprados en La Cepeda. Estos animales eran pastoreados toda la primavera y verano, para en otoño verderlos, cuando estaban bien gordos para cecina.
También recuerdo a un gallego, llamado Ricardo que el pueblo contrató, como pastor de la vecera. En aquellos tiempos, por Navidad, se echaban las papeletas y se sacaban, siempre en bromas, las parejas de novios para todo el año. A a tal Ricardo le tocó mi hermana Mi... Y al pobre hombre no se le ocurrió otra cosa que bajar a Santibáñez de Arienza y comprarle unos pendientes, en casa de Fidel.
Tambíen recuerdo cuando tu padre y el mío compraban un rebaño de carneros, por febrero, mi hermana mi.. los cuidaba hasta el otoño y luego los vendías.
Cuando el ganado era pastoreado por las gentes del poeblo, los chavales pequeños bajábamos hasta casa de Valeriano y nos daban "pan de pajarines", que no era otra cosa que pan de centeno, que guardaban de su merienda, pero nos sabía a gloria. Todas las mujeres mantenían esta costumbre, pero especialmente Sipa, Alicia, Celia e Isabel.
Una vez, en Peña Valdevés, ordeñamos una cabra, que era de tu padre. Este ordeño se solía hacer ya al atardecer, es decir a la hora de la merienda. Nuestro remordimiento llegó cuando nos enteramos que dicha cabra, no tenía uno sino dos cabritillos.
Un abrazo y otro para tus padres.