El hermano menor de mi padre, él siempre le llamaba el benjamín de mis hermanos y a mi que era el benjamín de su casa, muchas veces me llamaba con el nombre de pila de su hermano, Antolín.
Mi tío Antolín salió para la capital al abrigo de otro hermano mayor que se había hecho guardia de asalto siguiendo el consejo de mi padre. En una de las ferias de los martes de noviembre en el Castillo, parece ser, yo nunca lo vi, después de la venta de las vacas, toros y bueyes y tomar las "conroblas" correspondientes, se reunían lugareños y al calor del aguardiente, la ambición y los instintos mas profundos se organizaban timbas de juego del "monte". A mi tío, parece ser que la fortuna le sonrió uno de aquellos martes y ganó el equivalente a una pareja de bueyes. En aquellos momentos era bastante dinero. Se lo contó a mi padre y mi padre con aquella convicción tan arraigada que tenía de que vivir allí y en aquellas condiciones no era lo suficientemente digno para los suyos le aconsejó que se fuera para la Capital del Reino, se comprara un abrigo y un traje y que se hiciese Guardia de Asalto. Así lo hizo y en poco tiempo se le conocía en la capital como "el guardia guapo".
Bajo la tutela de su hermano, mi tío Antolín, estudió el bachiller y se hizo maestro. Pero él montó una frutería y vivía del negocio de la fruta. Años más tarde si ejerció su carrera y de maestro se jubiló.
Cuando yo estudiaba segundo de bachiller mi padre me encargó llevarle unos dineros a mi tío. Después de morir mi abuelo paterno se repartió el "capital " y para ello se hacían lotes, hijuelas, y de ese reparto quedó una llama suelta, en el pueblo de la "Ñ", Llamaseca, cruzando la Fragua, hacia Campo, a la derecha. Pasados los años mi padre decidió comprarla y pagar a cada hermano lo que le correspondía. Y la parte de mi tío Antolín se la llevé yo. El tío por aquellos momentos no le iban bien las cosas económicamente, también había crisis, y cuando le dí el dinero que llevaba envuelto en un pañuelo, me dijo: "Tu padre está loco, dentro de unos años aquella llama estará llena de escobas."
Me dio de comer y me dijo que comía muy poco. Y empezó a explicarme cosas de la comida. Me contó que él cuando iba a Valencia a por un camión de naranjas, venía en la caja con las naranjas y el que le ayudaba y que cuando llegaban a León se notaba el hueco, "había poza" - decía él- de las naranjas que habían comido. De las cerezas, entonces se transportaban en jaulas, decía que su ayudante comía dos jaulas con hueso y una sin hueso, por ese orden. A veces pienso que alguna vez iría a "tirar el pantalón" al Fuello y por eso hay tantos cerezales. Otra vez me explicó que el susodicho venía de la Ribera y que traía una hogaza, un queso de "abajo" (pura oveja) y una "cuartilla" de vino, y lo traía como un tesoro, porque había "mucha" hambre. A la entrada de León en el fiolato, no vio las cosas claras. Paró, se sentó y volvió a levantarse cuando había dado cuenta de las viandas. "He visto comer una perdiz con plumas, beber una palangana de vino con un sapo nadando en ella y pagar el vino y las galletas a quien hacía remilgos y no bebía". "Así que sobrino dos consejo te doy: 1). Come un poco más porque si no serás "un tretero bailarín". Y 2). En cuestiones de comida no apuestes nunca, se lo comen todo. Sólo puedes apostar el "pilón de la romana", ese no se lo comen".
Un abrazo.
Mi tío Antolín salió para la capital al abrigo de otro hermano mayor que se había hecho guardia de asalto siguiendo el consejo de mi padre. En una de las ferias de los martes de noviembre en el Castillo, parece ser, yo nunca lo vi, después de la venta de las vacas, toros y bueyes y tomar las "conroblas" correspondientes, se reunían lugareños y al calor del aguardiente, la ambición y los instintos mas profundos se organizaban timbas de juego del "monte". A mi tío, parece ser que la fortuna le sonrió uno de aquellos martes y ganó el equivalente a una pareja de bueyes. En aquellos momentos era bastante dinero. Se lo contó a mi padre y mi padre con aquella convicción tan arraigada que tenía de que vivir allí y en aquellas condiciones no era lo suficientemente digno para los suyos le aconsejó que se fuera para la Capital del Reino, se comprara un abrigo y un traje y que se hiciese Guardia de Asalto. Así lo hizo y en poco tiempo se le conocía en la capital como "el guardia guapo".
Bajo la tutela de su hermano, mi tío Antolín, estudió el bachiller y se hizo maestro. Pero él montó una frutería y vivía del negocio de la fruta. Años más tarde si ejerció su carrera y de maestro se jubiló.
Cuando yo estudiaba segundo de bachiller mi padre me encargó llevarle unos dineros a mi tío. Después de morir mi abuelo paterno se repartió el "capital " y para ello se hacían lotes, hijuelas, y de ese reparto quedó una llama suelta, en el pueblo de la "Ñ", Llamaseca, cruzando la Fragua, hacia Campo, a la derecha. Pasados los años mi padre decidió comprarla y pagar a cada hermano lo que le correspondía. Y la parte de mi tío Antolín se la llevé yo. El tío por aquellos momentos no le iban bien las cosas económicamente, también había crisis, y cuando le dí el dinero que llevaba envuelto en un pañuelo, me dijo: "Tu padre está loco, dentro de unos años aquella llama estará llena de escobas."
Me dio de comer y me dijo que comía muy poco. Y empezó a explicarme cosas de la comida. Me contó que él cuando iba a Valencia a por un camión de naranjas, venía en la caja con las naranjas y el que le ayudaba y que cuando llegaban a León se notaba el hueco, "había poza" - decía él- de las naranjas que habían comido. De las cerezas, entonces se transportaban en jaulas, decía que su ayudante comía dos jaulas con hueso y una sin hueso, por ese orden. A veces pienso que alguna vez iría a "tirar el pantalón" al Fuello y por eso hay tantos cerezales. Otra vez me explicó que el susodicho venía de la Ribera y que traía una hogaza, un queso de "abajo" (pura oveja) y una "cuartilla" de vino, y lo traía como un tesoro, porque había "mucha" hambre. A la entrada de León en el fiolato, no vio las cosas claras. Paró, se sentó y volvió a levantarse cuando había dado cuenta de las viandas. "He visto comer una perdiz con plumas, beber una palangana de vino con un sapo nadando en ella y pagar el vino y las galletas a quien hacía remilgos y no bebía". "Así que sobrino dos consejo te doy: 1). Come un poco más porque si no serás "un tretero bailarín". Y 2). En cuestiones de comida no apuestes nunca, se lo comen todo. Sólo puedes apostar el "pilón de la romana", ese no se lo comen".
Un abrazo.
¡Qué buena memoria tienes, Peña! Por aquella época también a la gente, como ahora, le gustaba el juego, ahora se hacen apuestas al poker y entonces se hacían a las "siete y media". En Folloso cuando ibamos de "hilandero" y jugábamos a las cartas, si alguno tenía suerte y ganaba, se le solía decir "tienes que poner banca el martes en el Castillo como Manuel y Zaragoza", que por lo que contaban eran dos "jugadores" de la zona que ganaban más que perdían.
Un saludo a todos los foreros.
Un saludo a todos los foreros.
Buenos días Guindales,
El juego es consustancial a la naturaleza humana; si ehamos la vista atrás y recordamos nuestra niñez en edad temprana, no hacíamos otra cosa más que imitar jugando con las cosas más extrañas. A cualquiera que yo le dijera que un garabatín que había en un azulejo, que por el desgaste, había en el alféizar interno de la ventana del nogal de la cocina que tenía forma de erre minúscula, que representaba a Eufronio con su azadica al hombro y que iba a echar el agua, no se lo cre nadie; tú, sí, porque tienes fe en mi.
Más tarde jugamos a perpetuarnos y destacar y le llamamos juegos del amor; después jugamos a proteger y conservar y le llamamos trabajo y como lo que se ha establecido a cambio no nos parece suficiente porque nos solemos crear más necesidades que las que realmente tenemos, pasamos del trueque al comercio y del juego por placer o necesidad al juego por el interés. Y amiga mía, si hay interés, funciona la codicia y la usura y sus poseedores y el Estado necesario, encuentran formas de acumulación y de financiación y surgen los casinos, bingos, loterías de todo tipo, hasta tragaperras; ¿qué nombre, verdad?
Ya ves, del juego inocente y necesario para crecer, llegamos a una forma de acumulación y de recaudación de impuestos y a enfermedades como la ludopatía. Todo un círculo cerrado que inventamos los humanos para subsistir y/o dominar. Todo un tejer y destejer.
Un abrazo.
El juego es consustancial a la naturaleza humana; si ehamos la vista atrás y recordamos nuestra niñez en edad temprana, no hacíamos otra cosa más que imitar jugando con las cosas más extrañas. A cualquiera que yo le dijera que un garabatín que había en un azulejo, que por el desgaste, había en el alféizar interno de la ventana del nogal de la cocina que tenía forma de erre minúscula, que representaba a Eufronio con su azadica al hombro y que iba a echar el agua, no se lo cre nadie; tú, sí, porque tienes fe en mi.
Más tarde jugamos a perpetuarnos y destacar y le llamamos juegos del amor; después jugamos a proteger y conservar y le llamamos trabajo y como lo que se ha establecido a cambio no nos parece suficiente porque nos solemos crear más necesidades que las que realmente tenemos, pasamos del trueque al comercio y del juego por placer o necesidad al juego por el interés. Y amiga mía, si hay interés, funciona la codicia y la usura y sus poseedores y el Estado necesario, encuentran formas de acumulación y de financiación y surgen los casinos, bingos, loterías de todo tipo, hasta tragaperras; ¿qué nombre, verdad?
Ya ves, del juego inocente y necesario para crecer, llegamos a una forma de acumulación y de recaudación de impuestos y a enfermedades como la ludopatía. Todo un círculo cerrado que inventamos los humanos para subsistir y/o dominar. Todo un tejer y destejer.
Un abrazo.