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FOLLOSO: Cómo nos engañas... Peña......

El 8 de Septiembre se celebra la Virgen de la Garandilla y si podía mi mamá que era una gran devota iba a la romería-fiesta-misa-convivenci a-reunión-visita. Recuerdo ir con ella una vez a la Virgen de la Garandilla. De la Garandilla no me acuerdo mucho. Íbamos con más gente de la Lomba y el camino se me hizo muy largo, las piernas se me dormían de ir a caballo tanto tiempo, aunque unos ratos iba a "patas cajinas" y otros sentado como las mujeres-amazonas. Después de Inicio caminábamos a la orilla del río y había mucha vegetación y una esplanada con muchas piedras redondeadas. Creo recordar también un paso estrecho con peñas a ambos lados del río. De la iglesia recuerdo que era más alta que la de Folloso y me llamó la atención que la torre no era plana, tenía techo puntiagudo para las campanas con losas como mi casa. Los alrededores estaban muy poblados de chopos y comenzaban a amarillear. Recuerdo un pendón rojo y verde altísimo, el canto de la Salve y sobre todo recuerdo la hora de la merienda. Cuando se iba a la feria o a la Virgen no se iba a comer, no, se iba a comer la merienda y no faltaba la gaseosa amarilla chispeante que picaba en la garganta pero que al mismo tiempo te dejaba un sabor dulce muy agradable. Estábamos en corro, a la sombra y compartíamos la merienda con más gente y aquel día había pan blanco.

Como casi siempre, lo mejor de la romería, como pasa con casi todo en la vida, no está en el final sino en la preparación, en las vísperas. En el anuncio, en el vamos a ir, en cómo mi padre cosía la albarda del caballo y me decía que había que colocar debajo de la cincha la manta rajona para que no se nos mancasen las piernas, en ver lo contento que estaba papá aunque él no iba, en preparar las alforjas que todavía olían a "ultramarinos", en meter un fardel con grano para darle pienso al caballo, en preguntar al compañero de fechorías y de nidos si él iba a la Garandilla, en abrir el baúl del cuarto de los padres y sacar el pantalón nuevo y la camisa blanca y aquel jersey gris de trenzas que me había hecho mi hermana y mirar y tocar aquellos pantalones cortos grises jaspeados que eran de mi hermano cuando había hecho ingreso y que se guardaban como oro en paño en aquel baúl para ver si yo los llenaría cuando cumpliese los diez años, en oler el echarpe negro de punto flojo y tacto suave que era mamá con los ojos cerrados y en el lugar más recondito. Y sobre todo preparar la merienda para la Garandilla. La tortilla de patatas, el chorizo cocido sin contaminación de fréjoles, ni garbanzos, ni patatas, cocido en estado puro, en agua de la fuente. Ir al cuartobajo y sujetar el plato mientra mamá cortaba pedazos de jamón con su pelleja y su tocino colorao al lado, ver como tronzaba el taco de lomo con su tripa, su grasa tomada del adobo y su color sonrosado y su olor penetrante y dulce. Cómo hacía los fisuelos. Y sobre todo ver preparar, oler y probar los inolvidables "borrachines" que hacía mamá.

Cómo nos engañas... Peña...
Yo... al leer el título... me iba por otros derroterosssssssss...
Vaya ricos los fisuelos y los "borrachines" pero... acabaste muy rápido... te ha quedao un poco soso el relato... ¡Queremos más y más largo...!