Un día me preguntabas que si había probado con la pintura, dando como sentado que tenía sensibilidad para las artes. Me comprometí a explicarte una anécdota ocurrida hace ya bastantes años. Y tiene su gracia y sentido explicarla porque soy un negado para el dibujo, pero negado, negado. Al igual que para cantar y la música en general. Sobre el cantar te explicaré otra anécdota, otro día.
Corrían los principios de la década de los setenta, en plena dictadura. Eramos jovenes y teníamos hambre de libertad. Uníamos nuestras inquietudes con la de otros much@s para hacer posible la democracia en este país nuestro de todos los días. Militaba en un partido de izquierdas, clandestino como todos, excepción hecha del partido único.
Estábamos organizados en células y nos reuníamos para discutir de todo, hasta del sexo de los ángeles. Cada célula estaba formada por unas ocho o diez personas y nos reuníamos en diferentes casas. Aquellas reuniones se hacían bastante largas y a veces tediosas, sin llegar a ningún acuerdo, pues las posturas eran antitéticas y de las cuales no se podía hacer la sintesis que decíamos en aquel entonces. Llevábamos libreta de espiral para tomar apuntes, anotar acuedos, compromisos, citas, ideas brillantes... Las páginas de mi bloc, normalmente, mostraban la fecha de la reunión, el orden del día, alguna anotación y una serie de dibujos raros que no representaban nada y habían sido hechos sin ninguna intención. Conformaban espacios rellenos de tinta, o en blanco, rayas restas, curvas, espirales, mixtas, estrellas, montañas, olas..., lo que la mano iba haciendo sin planeamiento previo, ni objetivo planteado. Supongo que irían surgiendo en función de mi estado de ánimo y del tono de los intervinientes, porque yo sí que escuchaba y oía a los que hablaban.
En una de aquellas reuniones coincidí con un artista local, Josep Mª Rovira Brull, pintor-escultor consagrado y cotizado. Estaba sentado a mi lado y en una tregua, miró mi libreta, me la cogió y la observó con detenimiento y me espetó: " ¿Por qué no te dedicas?. Dedícate". La discusión política continuó.
Rovira Brull tendría unos veinte años más que yo. Entre lo callado que yo era, el respeto que le tenía y la seguridad que tenía de mi absoluta negación para dibujar cualquier cosa que pudiese identificarse después, no le dije nada. Pensé varias cosas, entre otras, que la atmósfera aquella noche estaba muy cargada del humo del tabaco y de las opiniones encontradas y que tenía que ser bonito vivir en un país libre que cada uno se pudiese expresar libremente aunque fuese para decir que mis "dibujos", hechos en reuniones clandestinas, podían tener futuro como expresión artística.
No B. M., nunca he intentado pintar, si algún día por casualidad lo intentase, no pintaría, emborronaría con pintura.
Me consuelo explicándote que un artista sobrevoló con su mirada sobre mis emborronamientos íntimos y vio futuro artístico en ellos.
Un abrazo.
P. D. ¿Has encontrado miruéndanos? ¡Cómo aprendes!
Corrían los principios de la década de los setenta, en plena dictadura. Eramos jovenes y teníamos hambre de libertad. Uníamos nuestras inquietudes con la de otros much@s para hacer posible la democracia en este país nuestro de todos los días. Militaba en un partido de izquierdas, clandestino como todos, excepción hecha del partido único.
Estábamos organizados en células y nos reuníamos para discutir de todo, hasta del sexo de los ángeles. Cada célula estaba formada por unas ocho o diez personas y nos reuníamos en diferentes casas. Aquellas reuniones se hacían bastante largas y a veces tediosas, sin llegar a ningún acuerdo, pues las posturas eran antitéticas y de las cuales no se podía hacer la sintesis que decíamos en aquel entonces. Llevábamos libreta de espiral para tomar apuntes, anotar acuedos, compromisos, citas, ideas brillantes... Las páginas de mi bloc, normalmente, mostraban la fecha de la reunión, el orden del día, alguna anotación y una serie de dibujos raros que no representaban nada y habían sido hechos sin ninguna intención. Conformaban espacios rellenos de tinta, o en blanco, rayas restas, curvas, espirales, mixtas, estrellas, montañas, olas..., lo que la mano iba haciendo sin planeamiento previo, ni objetivo planteado. Supongo que irían surgiendo en función de mi estado de ánimo y del tono de los intervinientes, porque yo sí que escuchaba y oía a los que hablaban.
En una de aquellas reuniones coincidí con un artista local, Josep Mª Rovira Brull, pintor-escultor consagrado y cotizado. Estaba sentado a mi lado y en una tregua, miró mi libreta, me la cogió y la observó con detenimiento y me espetó: " ¿Por qué no te dedicas?. Dedícate". La discusión política continuó.
Rovira Brull tendría unos veinte años más que yo. Entre lo callado que yo era, el respeto que le tenía y la seguridad que tenía de mi absoluta negación para dibujar cualquier cosa que pudiese identificarse después, no le dije nada. Pensé varias cosas, entre otras, que la atmósfera aquella noche estaba muy cargada del humo del tabaco y de las opiniones encontradas y que tenía que ser bonito vivir en un país libre que cada uno se pudiese expresar libremente aunque fuese para decir que mis "dibujos", hechos en reuniones clandestinas, podían tener futuro como expresión artística.
No B. M., nunca he intentado pintar, si algún día por casualidad lo intentase, no pintaría, emborronaría con pintura.
Me consuelo explicándote que un artista sobrevoló con su mirada sobre mis emborronamientos íntimos y vio futuro artístico en ellos.
Un abrazo.
P. D. ¿Has encontrado miruéndanos? ¡Cómo aprendes!