"Mordedura de escorpión, busca pala y azadón". Mordedura de lagarto, echa las campanas al alto". Había un tercer pareado que me sabía y que no recuerdo, seguramente Anónimo nos puede echar una mano. Tú y yo los repetíamos muchas veces, sobre todo cuando buscábamos nidos y yo te recordaba la historia o leyenda que me hebía explicado mi padre de aquel rapá que en una pared de una huerta, cerca de la fragua de Santibáñez, había localizado un nido, creo recordar que de ferrerina (hererillo), y metió la mano para contar los huevos. Sacó la mano con rapidez y dijo a los compañeros de nidos:" ¡ay, me espiné!. Como no había llegado a los huevos del nido, volvió meter la mano en el agujero entre piedras de la pared y cuando la volvió a sacar, sacó una víbora colgada como prolongación de su dedo índice. No encontraron a tiempo el antídoto y murió.
Había víboras con su cabeza triangular y su corbata bien puesta. Algunas maté a palos y algunas troncé con el gadaño, pero siempre, cuando las veía, un escalofrío me recorría el cuerpo y la representación de aquel rapá con la serpiente atenazando su mano se hacía nítida como si yo hubiese sido su camarada de ir a nidos. Había culebras más grandes, que además de producirme respeto, me invitaban al espectáculo que gratuitamente ofrecían cuando estaban en pleno quehacer de tragar un sapo o algún inocente ratón. Era toda una demostración de lucha por la subsistencia, espectacular, que podía durar horas. También en el río Negro vi alguna de agua.
Los lagartos eran de buen tamaño y de unos colores vivísimos, dominando los azules, verdes y amarillos y algún tono rojo. Eran inofensivos. Cuando iba con las vacas camino del río, a la altura de la Peñona, veía los lagartos más grandes y más coloristas. Siempre me hacían pensar aquellos colores vivos, pero un poco difuminados por las escamas en vestidos para mozas y rapazas.
Quien me causaba admiración era el escorpión, sobre todo, porque desaparecía con mucha rapidez, era visto y no visto; parecía que hiciese un agujero en el prao y desapareciera bajo tierra. También por la piel tersa y el brillo que desprendía. Se veían muchos cuando íbamos a la hierba. Nunca entendía lo de la pala y el azadón. Los escorpiones no me impresionaban ni me daban miedo. Eran totalmente inofensivos.
Al cabo de los años descubrí que los escorpiones de los libros eran totalmente diferentes a los escorpiones de mi pueblo e incluso que no pertenecían a la misma clase. Entonces me preguntaba qué sería aquella especie de culebra, que no era culebra, se llamaba escorpión y se desprendía de la cola al igual que las lagartijas cuando se sentía en peligro. La curiosidad me hizo descubrír, después de mucho preguntar, que era un tipo de lagartija que había perdido las patas en su devenir evolutivo por causa de algún gen caprichoso o egoista. Y en mi pueblo le llamábamos escorpión.
P. D. Ya que hoy va de animales, por las cercanías del río o en zonas húmedas habitaba un pajarín de un tamaño muy pequeño. Su color estaba dominado por los marrones y su cola era, creo un poco más oscura sin llegar a ser negra y bastante larga, teniendo en cuenta lo pequeño que era todo él. Se movía muy nerviosamente y el nido era como un ovillo de lana alargado. Le llamábamos "avirín", no sé si con v o con b, pero como es muy pequeño para que vaya todo conjuntado lo escribo con v que es mas pequeña que la b.
Me dirijo a quien pueda saber que me diga el nombre científico o el vulgar en castellano.
En mi casa para referirnos a alguien, persona o animal, que fuese muy pequeño, en edad o en tamaño, decíamos que "era un avirín".
Y otra pregunta más. Hace unos días oí que por tierras de Valladolid ya no se oía el cuco. Lo ponían en el haber de los insecticidas.
¿Por nuestra tierra, resrva de la biosfera, se oyen todavía los "cuquidos" de nuestro "curquiello", o también han desaparecido?. En unos negrillos jóvenes que había en la era de mi casa, yo pude obsevar en un nido de "miérla" un huevo de curquiello. Aquel nido, como muchas otra cosas me lo enseñó mi hermano cuando yo era poco más que un "avirín".
Un abrazo.
Había víboras con su cabeza triangular y su corbata bien puesta. Algunas maté a palos y algunas troncé con el gadaño, pero siempre, cuando las veía, un escalofrío me recorría el cuerpo y la representación de aquel rapá con la serpiente atenazando su mano se hacía nítida como si yo hubiese sido su camarada de ir a nidos. Había culebras más grandes, que además de producirme respeto, me invitaban al espectáculo que gratuitamente ofrecían cuando estaban en pleno quehacer de tragar un sapo o algún inocente ratón. Era toda una demostración de lucha por la subsistencia, espectacular, que podía durar horas. También en el río Negro vi alguna de agua.
Los lagartos eran de buen tamaño y de unos colores vivísimos, dominando los azules, verdes y amarillos y algún tono rojo. Eran inofensivos. Cuando iba con las vacas camino del río, a la altura de la Peñona, veía los lagartos más grandes y más coloristas. Siempre me hacían pensar aquellos colores vivos, pero un poco difuminados por las escamas en vestidos para mozas y rapazas.
Quien me causaba admiración era el escorpión, sobre todo, porque desaparecía con mucha rapidez, era visto y no visto; parecía que hiciese un agujero en el prao y desapareciera bajo tierra. También por la piel tersa y el brillo que desprendía. Se veían muchos cuando íbamos a la hierba. Nunca entendía lo de la pala y el azadón. Los escorpiones no me impresionaban ni me daban miedo. Eran totalmente inofensivos.
Al cabo de los años descubrí que los escorpiones de los libros eran totalmente diferentes a los escorpiones de mi pueblo e incluso que no pertenecían a la misma clase. Entonces me preguntaba qué sería aquella especie de culebra, que no era culebra, se llamaba escorpión y se desprendía de la cola al igual que las lagartijas cuando se sentía en peligro. La curiosidad me hizo descubrír, después de mucho preguntar, que era un tipo de lagartija que había perdido las patas en su devenir evolutivo por causa de algún gen caprichoso o egoista. Y en mi pueblo le llamábamos escorpión.
P. D. Ya que hoy va de animales, por las cercanías del río o en zonas húmedas habitaba un pajarín de un tamaño muy pequeño. Su color estaba dominado por los marrones y su cola era, creo un poco más oscura sin llegar a ser negra y bastante larga, teniendo en cuenta lo pequeño que era todo él. Se movía muy nerviosamente y el nido era como un ovillo de lana alargado. Le llamábamos "avirín", no sé si con v o con b, pero como es muy pequeño para que vaya todo conjuntado lo escribo con v que es mas pequeña que la b.
Me dirijo a quien pueda saber que me diga el nombre científico o el vulgar en castellano.
En mi casa para referirnos a alguien, persona o animal, que fuese muy pequeño, en edad o en tamaño, decíamos que "era un avirín".
Y otra pregunta más. Hace unos días oí que por tierras de Valladolid ya no se oía el cuco. Lo ponían en el haber de los insecticidas.
¿Por nuestra tierra, resrva de la biosfera, se oyen todavía los "cuquidos" de nuestro "curquiello", o también han desaparecido?. En unos negrillos jóvenes que había en la era de mi casa, yo pude obsevar en un nido de "miérla" un huevo de curquiello. Aquel nido, como muchas otra cosas me lo enseñó mi hermano cuando yo era poco más que un "avirín".
Un abrazo.