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FOLLOSO: Mi padre me recordaba muchas veces que a los nueve...

Mi padre me recordaba muchas veces que a los nueve años habían salido los criados de la casa de su padre y que no había ido a la escuela. Que en una noche de invierno, recibiendo clase del Maestrín de Campo, ya mocito, había aprendido los números quebrados. Me hablaba de las cuatro reglas, de los problemas de falso supuesto, de la prueba del nueve y del número Pi, de ortografía y me relataba que a no sé quien le había preguntado el Maestrín como se escribía: " bigote del tio Cros" y el no sé quien había contestado: " Bigote con uve, y del tío Cros con hache intercalada". Mi padre reía, con aquellla risa pícara, pero franca que él tenía.

Una tarde íbamos con el carro y la pareja, ya habíamos dejado la Fuente de Abajo y pasada la bifurcación del camino que había entre el prao Nuevo y el prao Cuartero. Yo iba sentado en el suelo del carro con las piernicas colgando en la parte delantera. Ël a mi lado apoyado en los arropos con la ijada en la mano, conduciendo. El carro discurría con su rodar tranquilo. La rodera tenía dos cuartas de polvo, con las próximas lluvias se formarían unos buenos "tolladales". Debía de ser por los principios de septiembre y seguramente un jueves, que por la tarde no había escuela. Yo no entendía que la Tierra se moviese y no sólo con un movimiento, sino con dos: Rotación y Traslación. Si gira y se desplaza, ¿cómo es que yo no me doy cuenta?. No entendía lo que D. Luís nos había explicado. Mi padre que se había aprendido los quebrasdos en una noche, que debía de ser algo dificilísimo, eso del movimiento de la Tierra....

Justo, entre el Pallarón y el Campar de la Foguera, le planteé mis dudas. Más que dudas, le expliqué que no lo comprendía. Le pregunté si era verdad.

Mi padre me dijo: "ahora vamos en el carro y tu ves que se mueve". Sí, se mueve - le contesté. "Pues, imagínate un carro que llegase hasta el Cueto de Rosales, hasta Andarraso y hasta Camposalinas; y por el otro lado hasta San Emiliano, donde voy yo a comprar magüetos; que no rozase en el camino. Que las vacas fueran enormes palomas. ¿Notarías que se moviese el carro?. Nosotros sí que podríamos andar dentro del carro, pero no nos enteraríamos que el carro se iba desplazando. Hasta podríamos tener muchos carros como este nuestro e ir de un sitio a otro montados en el carro grande" La boca se me debió de quedar abierta. No dije nada, porque me estaba imaginando el carro de aquellas dimensiones. ¡Lo que deberían de pesar las ruedas! Volví en sí cuando oí: " ¡"Vamos Serrana, vamos Romera"!
Siempre he visto nuestro planeta como un carro alado de grandes dimensiones.

Un abrazo.

P. D.: Aquel día también llevaba boina, la de diario. Aquella, con la que algunas veces, que me ponía muy pesado, me amenazaba. ¡"Estate quieto. Me voy a quitar la boina y te voy a dar con ella en el culo"!