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FOLLOSO: Hoy he ido a la oficina de correos a enviar un certificado...

Hoy he ido a la oficina de correos a enviar un certificado y el funcionario que me atendió era un señor de mediana edad, pelo canoso y barba en igual estado, mirada noble y trato muy correcto. Destacaba por encima de todo el esfuerzo que hacía para enhebrar las frases todas seguidas sin "zarabetear", cosa que le resultó del todo imposible en los minutos que me dedicó a mi y al certificado. Supuse yo que la muletilla, deshinibidor o motor de arranque no será adcuado para usarlo de cara al público. Me vinieron a la memoria dos anécdotas relativas a "zarabetos", una acaecida en un pueblo de la comarca del Cerrato, rica en cereales, remolacha, ovejas churras, buenos lechazos y exquisitos quesos. Ejercía mi hermano por aquel entonces, principios de los setentas de veterinario y trabó amistad con un paisano labrador que tenía muchas bondades, pero su rasgo diferncidor, a primer oído, era su reiterada repetición de sílabas, hasta que arrancaba y entonces era difícl de prarlo porque poseía un buen verbo y unas alta dosis de simpatía. Su deshinibidor o motor de arranque, para salir del atolladero, era soltar una blasfemis al más alto nivel, y entonces salía de la "ballarueza" y el camino se volvía llano como la palma de la mano. Este hecho era muy conocido en el pueblo, así como él, y corrienron diferentes apuestas y se comieron bastantes lechazos y se decorcharon buenas y añejas botellas de vino en las bodegas a su salud. Las apuestas venían por el día de su boda. ¿Sería capaz de decir sí delante del cura, sin soltar el " cagon...? Unos decían que sí otros que no y otros que ni sí, ni no, pero que no se casaría.

La memória voló un poco más y me llevó a Folloso a recordar otra anécdota explicada por mi padre y que yo suelo utilizar en la vida cotidiana, cuando viene bien a la conversación y la mantengo con gente que sabe de "cornales y sobeos".

El "sobeo" era una piel doble y fuerte; por un extremo era estrecha y un poco más suave porque era más liviana y porque del uso estaba más abadanada que en el otro extremo que era más ancho y acababa en una lazada, tosca, cosida con cintas estrechas de la misma piel. El sobeo se usaba para enganchar el pezón del carro al yugo de la pareja de vacas o bueyes para transportar animales a la feria, yerba del prao al pajar, manojos de centeno de las tierras a la era, paja de la era al pajar, abono del corral a las tierras y praos, el verde de los paraos al pajar, patatas de la huerta al cuartobajo, leña del monte al leñero, tapines del campar al nuevo techo, barro para la costrucción de una casa o a algún enfermo desvalido hasta la carretera. La lazada se metía por la parte inferior del pezón y se iba cruzando en diagonal, hacia la izquierda y hacia la derecha de una manera equitativa, sujetando la caña del carro al yugo para que los dos componentes de la pareja tuviesen la misma resistencia de carga e hiciesen el mismo esfuerzo.

Mi padre me explicaba que no sé en que casa, de no sé, tampoco, de que pueblo, no de Folloso, vivía un labrador que teía un rapazaco de ayuda para las labores típicas de aquellos pueblos. El paisano que era ayudado por el rapazón, respondía al nombre de Senen y el rapazón, no debía de tener muchas habilidades para las trabajosas faenas de la labranza y estaba adornado por la condición de "zarabeto". El tal Senen para enderezarlo y meterle la condición de buen ayudante en el cuerpo, seguía la máxima de "la letra con sangre entra" y cada vez que el pobre aprendiz no cumplía o a Senén no le parecía bastante, cogía el "sobeo" y se lo "arrimaba" al cuerpo del rapaz. Y el rapaz cada vez que veía que la tormenta "sobeil" se iba a acercar, clamaba con los ojos salidos, las manos en cruz y el "zarabeteo" a pleno rendimiento:

- ¡Seeenenenenenin, poooooooor la pupupupunnnta que por lalala lazada, manca mucho!
- ¡Senenenín, por la punta que por la lazada manca mucho!

Un abrazo.

PD. Nunca llegúe a saber, si dijo sí, si se cagó o si no se casó.