La Iglesia Vieja.
Gracias Jaqueline por la foto y sobre todo por el encuadre. Tengo en mi memoria el paisaje retratado y lo he mirado desde ese Camposanto muchas veces, con miradas ya lejanas y perdidas entre los recuerdos de los andares de la vida. Hoy miro la foto recordando.
Yo miraba ese paisaje algo diferente, hoy rotundo y haciendo honor al origen del nombre de Folloso. Todo es vegetación.
El Fuello que yo dejé tenía claros por doquier; empezaban a rebrotar los troncos de los rebollos aserrados; las mierlas depositaban los "cuezcos" de las cerezas rebozados de guano blanco con ribetes de tintura rojiza y en pocos años los verdes se multiplicaron y la primavera compitió en blanco con las nieves del invierno y los otoños aumentaron los rojos y los ocres fueron más vivos; se diferenciaba nítidamente la rodera que lo atravesaba desde la tierra de la Cabra hasta la Escuentra; "añisgando" un poco se podía ver el pozo de la Fontaniella y situar perfectamente la fuente de las Perdices. Lo miraba con ojos de rapacín subido en la bóveda de cañón de la capilla Norte y ganaba en amplitud. Hoy, gracias a ti, Jacquieline, veo los inicios del otoño en los paleros y salgueros del prao Lafuente, la frondosidad del Fuello, el incipiente amarillear de los chopos altivos del Cuartero, y en la lejanía, el Cueto las Gallinas, dónde ya no se diferencian las urces "gandariegas" de las "trampas" de roble. Y lo veo, digo, enmarcado por un arco hecho con dovelas que resisten el devenir, perfectamente alineadas, repartiendo la carga que el tiempo les ha quitado. Una parece que se descuelga un poco, no sabemos si es de origen o ha sido el tiempo el que ha provocado el pequeño desajuste que hace la fotografía más bella si cabe.
Gracias, Jacqueline, por el regalo y el paseo.
Un abrazo.
Gracias Jaqueline por la foto y sobre todo por el encuadre. Tengo en mi memoria el paisaje retratado y lo he mirado desde ese Camposanto muchas veces, con miradas ya lejanas y perdidas entre los recuerdos de los andares de la vida. Hoy miro la foto recordando.
Yo miraba ese paisaje algo diferente, hoy rotundo y haciendo honor al origen del nombre de Folloso. Todo es vegetación.
El Fuello que yo dejé tenía claros por doquier; empezaban a rebrotar los troncos de los rebollos aserrados; las mierlas depositaban los "cuezcos" de las cerezas rebozados de guano blanco con ribetes de tintura rojiza y en pocos años los verdes se multiplicaron y la primavera compitió en blanco con las nieves del invierno y los otoños aumentaron los rojos y los ocres fueron más vivos; se diferenciaba nítidamente la rodera que lo atravesaba desde la tierra de la Cabra hasta la Escuentra; "añisgando" un poco se podía ver el pozo de la Fontaniella y situar perfectamente la fuente de las Perdices. Lo miraba con ojos de rapacín subido en la bóveda de cañón de la capilla Norte y ganaba en amplitud. Hoy, gracias a ti, Jacquieline, veo los inicios del otoño en los paleros y salgueros del prao Lafuente, la frondosidad del Fuello, el incipiente amarillear de los chopos altivos del Cuartero, y en la lejanía, el Cueto las Gallinas, dónde ya no se diferencian las urces "gandariegas" de las "trampas" de roble. Y lo veo, digo, enmarcado por un arco hecho con dovelas que resisten el devenir, perfectamente alineadas, repartiendo la carga que el tiempo les ha quitado. Una parece que se descuelga un poco, no sabemos si es de origen o ha sido el tiempo el que ha provocado el pequeño desajuste que hace la fotografía más bella si cabe.
Gracias, Jacqueline, por el regalo y el paseo.
Un abrazo.