Un largo poste de 5 metros, originalmente de roble, con una pequeña cruz de hierro en la punta. Cada peregrino pone una piedra a sus pies creando un montículo. Se dice que se tiene que traer un piedra del propio lugar de origen y arrojarla a la cruz de hierro para librarse de las cargas y culpas que se hayan venido cargando durante la vida. La piedra tiene que ser tan grande como los propios pecados.