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FORNA: Un dia me dijo un cura ciego en el gran templo catedral...

Un dia me dijo un cura ciego en el gran templo catedral de Astorga, desnudo, con todos los deseos olvidados, vete a un lugar de la Tierra donde haya una cordillera de nieve muy pura, muy alta, cuya cima esté sobrevolada por una mariposa escarlata. Trata de alcanzarla. Durante la escalada tu alma se ira convirtiendo en un cristal muy limpio y la muerte podra traspasarla sin romperla ni dañarla siquiera. Esa es la inmortalidad. Un dia me dijo un santero en una calle de Madrid, mientras me imponia un collar de la diosa de la sensualidad, no rechaces ninguna pasion, no renuncies a ningun placer, a ningún amor, a ningún sueño hasta el final de tus días; si la muerte te sorprende con una copa en la mano en una fiesta donde suene carnalmente la musica, tal vez el placer la obligara a pactar una tregua contigo. Si te invita a bailar en las fiestas de Mayo de Forna, dejate llevar por ella: antes de llegar al infierno véras volar en la oscuridad de la Peña de Forna una mariposa escarlata que serán unos labios. Un día de vacaciones en Valencia me encontre a un marinero sentado en la borda de su barca atracada en La Malva Rosa. Estaba absolutamente imbuido en la acción de hendir con una navaja media hogaza cuya dura corteza, al partirse, soltaba esquirlas diminutas, que el sol de otoño encendía como chispas en el aire. Después se demoraba extendiendo sobre el pan abierto unas aceitosas huevas de atún y algunas lascas de bacalao que había puesto a secar en un sedal entre dos candeleros de la regala. También tenía a mano un vaso de vino rojo del Bierzo. El marinero me dijo que había soportado tres naufragios, pero que sólo en uno de ellos habia muerto ahogado. Hace años su barca de pesca zozobró en medio de un temporal en aguas del Sáhara y en esta ocasión ya no hubo forma de salvarse agarrado a un madero. Una de las olas, la que era más amarga, lo engulló y se lo fue llevando al abismo. Le pregunté al marinero que si en ese viaje hacia la muerte habia visto una mariposa volando sobre la nieve de los Montes de La Cabrera o unos labios de mujer ardiendo. No habia visto nada de eso. El marinero me contó que durante la bajada al abismo había atravesado un campo lleno de centeno fosforescentes e imaginó que aquella luz era la puerta de la gloria. Cuando llegó al fondo del mar ya había muerto y, de pronto, se sorprendió al verse alli sentado en su barca, en este mismo puerto del Mediterraneo donde ahora se encontraba compartiendo conmigo media hogaza de centeno con huevas de atún y bacalao seco. Las redes tendidas olían a brea y un so muy suave, que se astillaba contra el cristal del vaso, hacía aletear el vino como una mariposa escarlata en la Peña de Forna. Constantino Redondo Valle.