…. Por eso, cuando el Icona me sugirió la posibilidad de un permiso de turista para el coto de Garaño, en el Luna, me apresuré a aceptarlo, más bien por curiosidad ya que en el fondo de mi corazón estaba persuadido de que el Luna nunca podría darme las satisfacciones que podrían darme, pongo por caso, los archifamosos Órbigo, Esla o Porma. Bueno, pues me equivoqué. El Luna me dio no sólo lo que no me ha dado hasta ahora ningún otro río, ni en León ni en ninguna parte –el cupo en una hora escasa-, sino un cupo suyo peso es para descubrirse: seis kilos (a falta de doscientos gramos) en doce peces……
…. En resumen, a las nueve de la mañana salí de mi casa de Valladolid y a las cinco de la tarde estaba de regreso después de recorrer cuatrocientos kilómetros y almorzar tranquilamente en la Magdalena por un módico precio.
Topográficamente, esta zona es muy amena. Región de media montaña, sus plegamientos son asequibles y sus vallejos no demasiado profundos. Quizá su ornato vegetal –pinadas de repoblación, robles y escobas- resulto un poco monótono. El rio Luna, que surca un valle abierto, con el pantano regulador a cinco kilómetros, sin factorías por medio, no ha tenido tiempo de perder la virginidad. ….
…. Samuel Garrido, el guarda, persona inteligente y cultivada, me animó, apenas llegué, a hacer una descubierta con objeto de que el río no me pillara de nuevas. Dediqué, pues una hora a pasear y a buscar los tramos más atractivos aunque luego esta previsión no me sirviera de nada, pues apenas había empezado a sentir los primeros toques, llegó Samuel a informarme de que en un vado de cabecera los peces boqueaban ya a más y mejor….. Me metí en el río, en un cascajar medio cubierto por las aguas, y en una hora de reloj, llené la cesta sin cambiar de sitio ni arriesgar un aparejo.... La obsequiosidad del Luna resultó verdaderamente abrumadora….
El coto de Garaño me ha sorprendido por muchas y buenas razones: la belleza sugestiva de su curso, la densidad y el tamaño de sus peces y la buena fe con que aceptaron mis sucesivas invitaciones. Para mí el Luna, después de esta experiencia, figurará junto a los grandes, entre los más famosos ríos trucheros leoneses.
Miguel Delibes. Mis amigas las truchas.
…. En resumen, a las nueve de la mañana salí de mi casa de Valladolid y a las cinco de la tarde estaba de regreso después de recorrer cuatrocientos kilómetros y almorzar tranquilamente en la Magdalena por un módico precio.
Topográficamente, esta zona es muy amena. Región de media montaña, sus plegamientos son asequibles y sus vallejos no demasiado profundos. Quizá su ornato vegetal –pinadas de repoblación, robles y escobas- resulto un poco monótono. El rio Luna, que surca un valle abierto, con el pantano regulador a cinco kilómetros, sin factorías por medio, no ha tenido tiempo de perder la virginidad. ….
…. Samuel Garrido, el guarda, persona inteligente y cultivada, me animó, apenas llegué, a hacer una descubierta con objeto de que el río no me pillara de nuevas. Dediqué, pues una hora a pasear y a buscar los tramos más atractivos aunque luego esta previsión no me sirviera de nada, pues apenas había empezado a sentir los primeros toques, llegó Samuel a informarme de que en un vado de cabecera los peces boqueaban ya a más y mejor….. Me metí en el río, en un cascajar medio cubierto por las aguas, y en una hora de reloj, llené la cesta sin cambiar de sitio ni arriesgar un aparejo.... La obsequiosidad del Luna resultó verdaderamente abrumadora….
El coto de Garaño me ha sorprendido por muchas y buenas razones: la belleza sugestiva de su curso, la densidad y el tamaño de sus peces y la buena fe con que aceptaron mis sucesivas invitaciones. Para mí el Luna, después de esta experiencia, figurará junto a los grandes, entre los más famosos ríos trucheros leoneses.
Miguel Delibes. Mis amigas las truchas.