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ALEX, EL MILICIANO DEL LáPIZ PRODIGIOSO
El Norte de Castilla/Segovia
Alex es una de esas gratas sorpresas que uno encuentra escrutando papeles y desempolvando viejos periódicos.
Los archivos son los depositarios perpetuos de la memoria.
En sus anaqueles duerme la vida pasada, como hibernada, a la espera de un contacto casi mágico con el mundo exterior que le es necesario para recobrar el pulso.
Hace tan solo unos días solo tenía de Alex varios dibujos que ilustraban los programas de Ferias y Fiestas de 1933 y 1934; hoy dispongo de un puñado de datos que me han permitido reconstruir la trayectoria vital de un hombre que dibujaba como solo lo hacen los elegidos, que impulsó la actividad del partido comunista en Segovia, y que luchó en el bando republicano durante los primeros meses de la guerra civil antes de ser apresado y fusilado en Talavera de la Reina en marzo de 1937.
«Apenas yo tenía cinco años cuando dejó la casa para irse al frente; pero me acuerdo de él. Me llamaba 'bicho' y solía acariciarme la mano.
Le quería mucho.
Podía haberse quedado a salvo porque estábamos en Valencia y nadie le obligó a ir a la guerra, pero se marchó voluntario y murió por un ideal en el que creía firmemente».
El Norte de Castilla/Segovia
Alex es una de esas gratas sorpresas que uno encuentra escrutando papeles y desempolvando viejos periódicos.
Los archivos son los depositarios perpetuos de la memoria.
En sus anaqueles duerme la vida pasada, como hibernada, a la espera de un contacto casi mágico con el mundo exterior que le es necesario para recobrar el pulso.
Hace tan solo unos días solo tenía de Alex varios dibujos que ilustraban los programas de Ferias y Fiestas de 1933 y 1934; hoy dispongo de un puñado de datos que me han permitido reconstruir la trayectoria vital de un hombre que dibujaba como solo lo hacen los elegidos, que impulsó la actividad del partido comunista en Segovia, y que luchó en el bando republicano durante los primeros meses de la guerra civil antes de ser apresado y fusilado en Talavera de la Reina en marzo de 1937.
«Apenas yo tenía cinco años cuando dejó la casa para irse al frente; pero me acuerdo de él. Me llamaba 'bicho' y solía acariciarme la mano.
Le quería mucho.
Podía haberse quedado a salvo porque estábamos en Valencia y nadie le obligó a ir a la guerra, pero se marchó voluntario y murió por un ideal en el que creía firmemente».