EL POETA VISITA LA CASA DONDE NACIÓ
Abrasaba la luna el patio, los tejados,
cuando salté la tapia rota y entré en la casa
donde un día atisbé la luz por vez primera.
¡Que llaga tan tremenda, qué asombro inesperado
para el que espera alivio buscando en el recuerdo!
Cruzaba los pasillos tropezando en los cántaros
oscuros, polvorientos, y crujían los pasos,
y el corazón crujía de horror y de ternura.
Pesaba la honda nota del corazón al ir
penetrando y las lágrimas quedaban contenidas.
Desván para recuerdos solo era aquel lugar
que el tiempo empapó todo de lluvia y de tristeza.
Salí con el sigilo medroso del que huye.
En no sé qué rincón el pájaro de entonces
desgranaba su queja sobre las ruinas mudas.
Dejó de derramar la luna luz de azufre
y todo el firmamento quedó mudo, tranquilo.
Sobre el cerro los muros sonámbulos del templo
seguían mi escapada con ojos de lechuza.
Antonio Colinas.
Abrasaba la luna el patio, los tejados,
cuando salté la tapia rota y entré en la casa
donde un día atisbé la luz por vez primera.
¡Que llaga tan tremenda, qué asombro inesperado
para el que espera alivio buscando en el recuerdo!
Cruzaba los pasillos tropezando en los cántaros
oscuros, polvorientos, y crujían los pasos,
y el corazón crujía de horror y de ternura.
Pesaba la honda nota del corazón al ir
penetrando y las lágrimas quedaban contenidas.
Desván para recuerdos solo era aquel lugar
que el tiempo empapó todo de lluvia y de tristeza.
Salí con el sigilo medroso del que huye.
En no sé qué rincón el pájaro de entonces
desgranaba su queja sobre las ruinas mudas.
Dejó de derramar la luna luz de azufre
y todo el firmamento quedó mudo, tranquilo.
Sobre el cerro los muros sonámbulos del templo
seguían mi escapada con ojos de lechuza.
Antonio Colinas.