Os acordais del taller de carpintería que tenía aquel buen hombre llamado Vicente el de las Teresas, justamente al lado de la tienda que tenían su mujer y sus cuñadas? Sí claro, al lado de la famosa Casa de Las Teresas. Allí también nos mandaban nuestras madres a por los recados que siempre los llevábamos confundidos (solía ir con mis dos primos y la nota de uno la llevaba el otro, la fruta confundida y en vez de ajos, cebollas; ah y los puntos para llenar la cartilla de las sartenes......... esos siempre se olvidaban, porque la verdad sea dicha, interés no poníamos mucho. De ahí la famosa frase "estos guajes cada vez están más atontaos", que tanto repetía la mi Delmina.
A nosotros nos gustaba más salir de la tienda y con una peculiar complicidad, uno de nosotros empujaba aquella puerta milagrosa que hacía de entrada al mismo taller. Si se abría, que no siempre era así, allí arrimábamos contentos las bicicletas con la compra en los portabultos, de lo cual alguna vez dio buena cuenta algún perro y entrabamos sin dudar, a saludar con un "hombre Vicente, aquí venimos a hacerte una visita ¡". Aquel paisano amable y tranquilo, al que solo le faltaba la barba para ser el mismo Papá Noel, siempre nos recibía con una sonrisa bonachona y cariñosa. "hombre, hombre, rapaces, pero que os trae por aquí.........?". Rápidamente le sacábamos de la duda: "Vicente nos das un celtas de los tuyos? pero sin que se entere nadie, eh ¡. "Pero bueno, pero bueno....... a estas horas y ya quereis fumar.... y si se enteran luego vuestras madres, luego voy a tener yo líos con ellas?". "Nada, hombre, tu tranquilo, que este humo no sale de aquí, le decíamos". La risotada mientras cogía el paquete y nos daba un cigarrín a cada uno, daba paso a aquellas charlas mientras él seguía afanando en la madera con aquella colilla medio apagada en sus labios, mientras nos hacía preguntas a las que contestábamos con nuestra mayor ingenuidad y que tanto le divertían. Aquello era un trueque: tabaco por buen rollito, como se diría ahora. Una vez hechos los recados y con la satisfacción por el deber cumplido, subíamos pa Canales más contentos y que unas pascuas. Alguna vez nos delató la ausencia de boquilla en el cigarro y algún grano de tabaco quedó pegado a cierto diente..........."Delma, yo te digo que estos chavales fuman"............ que tiempos aquellos.
A nosotros nos gustaba más salir de la tienda y con una peculiar complicidad, uno de nosotros empujaba aquella puerta milagrosa que hacía de entrada al mismo taller. Si se abría, que no siempre era así, allí arrimábamos contentos las bicicletas con la compra en los portabultos, de lo cual alguna vez dio buena cuenta algún perro y entrabamos sin dudar, a saludar con un "hombre Vicente, aquí venimos a hacerte una visita ¡". Aquel paisano amable y tranquilo, al que solo le faltaba la barba para ser el mismo Papá Noel, siempre nos recibía con una sonrisa bonachona y cariñosa. "hombre, hombre, rapaces, pero que os trae por aquí.........?". Rápidamente le sacábamos de la duda: "Vicente nos das un celtas de los tuyos? pero sin que se entere nadie, eh ¡. "Pero bueno, pero bueno....... a estas horas y ya quereis fumar.... y si se enteran luego vuestras madres, luego voy a tener yo líos con ellas?". "Nada, hombre, tu tranquilo, que este humo no sale de aquí, le decíamos". La risotada mientras cogía el paquete y nos daba un cigarrín a cada uno, daba paso a aquellas charlas mientras él seguía afanando en la madera con aquella colilla medio apagada en sus labios, mientras nos hacía preguntas a las que contestábamos con nuestra mayor ingenuidad y que tanto le divertían. Aquello era un trueque: tabaco por buen rollito, como se diría ahora. Una vez hechos los recados y con la satisfacción por el deber cumplido, subíamos pa Canales más contentos y que unas pascuas. Alguna vez nos delató la ausencia de boquilla en el cigarro y algún grano de tabaco quedó pegado a cierto diente..........."Delma, yo te digo que estos chavales fuman"............ que tiempos aquellos.