En esa época se buscaba sobre todo la comodidad de los niños, evitando que se desplazasen y así surgieron las escuelas unitarias del cuartel y de las casas baratas. Con el tiempo, se ha ido perdiendo la filosofía de la escuela unitaria a la que asistían niños y niñas de todas las edades a favor de los grupos escolares actuales, sin tener en cuenta el sacrificio que supone para los alumnos tener que desplazarse todos los días tantos kilómetros.
En aquella escuela compartíamos enseñanzas y también travesuras en las que los mayores iniciaban a los pequeños. Una de las cosas que teníamos terminantemente prohibidas durante el recreo era bajar al prao que estaba delante de la escuela, lo que para todos era una tentación irresistible ya que podía aparecer el dueño -que era el señor Pablo de Otero- para sacarnos de allí a botasilla. Algunos mayores, en vez de salir inmediatamente cuando veían al señor Pablo, se quedaban y además le provocaban con el soniquete “Tio bigotes, tio bigotes” lo que le ponía hecho una furia que era lo que ellos pretendían. Las correrías acababan cuando la maestra salía a buscarlos y los castigaba en la carbonera sin comer. Mi hermano Pedrito casi siempre era uno de los danzantes, así que más de una vez se quedó en la carbonera. Cuando yo llegaba a casa, como era muy pequeña y no tenia malicia, en vez de encubrirle, contaba lo que había ocurrido, así que mi hermano se ganaba unos buenos azotes y yo la fama de chivata para toda la vida.
En esta foto estamos algunos de los protagonistas de esta historia: Juan el de Honorio, Pedrito, Jandro y yo. Si tenéis curiosidad por conocer al señor Pablo, podéis encontrarle en el foro de Otero, en una foto muy evocadora por cortesía de su nieto.
En aquella escuela compartíamos enseñanzas y también travesuras en las que los mayores iniciaban a los pequeños. Una de las cosas que teníamos terminantemente prohibidas durante el recreo era bajar al prao que estaba delante de la escuela, lo que para todos era una tentación irresistible ya que podía aparecer el dueño -que era el señor Pablo de Otero- para sacarnos de allí a botasilla. Algunos mayores, en vez de salir inmediatamente cuando veían al señor Pablo, se quedaban y además le provocaban con el soniquete “Tio bigotes, tio bigotes” lo que le ponía hecho una furia que era lo que ellos pretendían. Las correrías acababan cuando la maestra salía a buscarlos y los castigaba en la carbonera sin comer. Mi hermano Pedrito casi siempre era uno de los danzantes, así que más de una vez se quedó en la carbonera. Cuando yo llegaba a casa, como era muy pequeña y no tenia malicia, en vez de encubrirle, contaba lo que había ocurrido, así que mi hermano se ganaba unos buenos azotes y yo la fama de chivata para toda la vida.
En esta foto estamos algunos de los protagonistas de esta historia: Juan el de Honorio, Pedrito, Jandro y yo. Si tenéis curiosidad por conocer al señor Pablo, podéis encontrarle en el foro de Otero, en una foto muy evocadora por cortesía de su nieto.