Bien porque les tenia arrinconados el señor Pablo, bien porque se hacían los remolones, Pedrito y Juan el de Honorio siempre eran los últimos a la vuelta del recreo. Cuando entraban, la maestra de turno les llamaba al orden a su mesa y les “arreglaba” las palmas o incluso las uñas con la vara o con la regla, hasta que inventaron que si se untaban las manos con ajo, la vara les rebotaba y no les hacia daño. No se ni cuando se embadurnaban con el ajo, ni si este remedio era efectivo; seria mejor que ellos mismos nos sacasen de la duda.