LA MAGDALENA: Seguro que entre todos te tenían en palmitas, eras...

¿Es alguna tu tía Perpetua, la famosa ventera?

Buenas tardes. No he podido abrir el ordenador hasta ahora. La tia Perpetua, tia de mi padre, murió antes de nacer yo, pero el mismo año. Las de la foto son, mi madre, de pié, y la que me tiene a mi es hermana de mi madre, Pilar, mi madrina (por eso me pusieron Pilar)
Pues que te salgan bien las morcillas, deja ya de apañar patatas que las apañen los guajes.

Seguro que entre todos te tenían en palmitas, eras una monada. A raíz de esta foto que nos puso Gilio, me vino a la cabeza aquella historia de la venta de Aguasmestas que te había mencionado y que he recopilado para tí. Espero que el relato os guste a todos, se llama "El carretero y el cura" y trata de un carretero deslenguado y un cura de armas tomar:

Al caer una tarde de otoño, tres carreteros de bueyes llegaron a la venta de Aguasmestas con tres carros bien cargados de carbón. Una rueda del carro delantero se hundió de pronto en un profundo socavón, quedando el carro atrancado y la caravana clavada en el camino. Pusieron delante la yunta de reserva y el carretero gritó picando fuerte a los bueyes con la hijada pero el carro no se movió. El carretero, desesperado, la emprendió a palos con los bueyes, mientras soltaba juramentos y lanzaba improperios a toda la corte celestial. Y entonces, no se sabe como, apareció un hombrón enorme, vestido con una zamarra negra, pantalones negros y un sombrero negro también. Era un cura omañés, párroco de un pueblo cercano, que bajaba alguna tarde a hacer tertulia a la venta y a tomar un chocolate; un cura de los de misa y olla, sano de cuerpo y bruto de carácter. Los tacos del carretero pusieron muy a punto los músculos y el mal genio del cura, que remangándose se acercó al blasfemo y sin decir palabra lo agarró por la bragueta y las solapas y lo lanzó por los aires al río. Los otros dos carreteros se quedaron de piedra ante la intervención del cura. Este, sin descomponer el rostro, bajó hasta el río, sacó al carretero del agua y lo subió hasta el camino donde le dijo con voz de trueno:
- ¡Ponte de rodillas y confiesa!
El carretero cayó de rodillas suplicando:
-Soy un animal, soy un animal.
Entonces el cura, levantando su enorme manaza encima de la cabeza del carretero, trazó en el aire la cruz diciendo:
- EGO TE ABSOLVO
No se escuchó ni una mosca. El carretero, deduciendo que con el perdón divino se habían acabado los palos, se levantó como un regilete, puso a punto las yuntas y, en el mayor de los silencios, el carro salió de su atranco como llevado en volandas.
El cura, sin mirarles, dijo a los hombres:
-Dir pa la venta. Quiero convidarvos.
Lo carreteros, estremecidos, sintieron ganas de arrodillarse y besar las tremendas manazas del cura. No se atrevieron y tiraron hacia la venta, donde el cura les esperaba con el convite que era de huevos acojonaos, pan de hogaza centenera y vino tinto de toro.