Maricarmen, me alegro que estas fotos te hagan olvidar momentos tristes, a mi también me recuerdan anécdotas divertidas que me gusta compartir.
Los que hayáis conocido a mi padre, estaréis de acuerdo en que era del tipo espontáneo y poco dado a miramientos, así que no os extrañará la historia que viene a continuación.
Cuando él y mi hermana Olivita volvieron de aquella gran excursión a Lourdes, todos estábamos expectantes y deseosos de enterarnos de los detalles del viaje. Ella nos fue contando, dejando lo más jugoso para el final: el baño en el mar. Cuando llegaron a Comillas, el autocar paró en la playa y bajaron todos para bañarse. La primera línea, compuesta por las monjas y las señoras mas insignes, se quitó los zapatos y medias y pasó a mojarse los pies en la orilla. La segunda línea, compuesta por los jóvenes, esperó en fila con los bañadores en la mano para cambiarse en las casetas de la playa. Y fuera de toda línea -mi padre- que se puso de espaldas a la gente y ni corto ni perezoso cambió los pantalones por el bañador sin esperar turno en las casetas de cambio, lo que causó grandes risas y bromas durante el viaje de vuelta.
Nunca se me olvida esta anécdota de ese viaje, porque alguna de mis cuñadas me la recuerda cuando vamos a la playa: “Mira, ahí está tu hermano, haciendo lo mismo que su padre en el viaje a Lourdes".
Los que hayáis conocido a mi padre, estaréis de acuerdo en que era del tipo espontáneo y poco dado a miramientos, así que no os extrañará la historia que viene a continuación.
Cuando él y mi hermana Olivita volvieron de aquella gran excursión a Lourdes, todos estábamos expectantes y deseosos de enterarnos de los detalles del viaje. Ella nos fue contando, dejando lo más jugoso para el final: el baño en el mar. Cuando llegaron a Comillas, el autocar paró en la playa y bajaron todos para bañarse. La primera línea, compuesta por las monjas y las señoras mas insignes, se quitó los zapatos y medias y pasó a mojarse los pies en la orilla. La segunda línea, compuesta por los jóvenes, esperó en fila con los bañadores en la mano para cambiarse en las casetas de la playa. Y fuera de toda línea -mi padre- que se puso de espaldas a la gente y ni corto ni perezoso cambió los pantalones por el bañador sin esperar turno en las casetas de cambio, lo que causó grandes risas y bromas durante el viaje de vuelta.
Nunca se me olvida esta anécdota de ese viaje, porque alguna de mis cuñadas me la recuerda cuando vamos a la playa: “Mira, ahí está tu hermano, haciendo lo mismo que su padre en el viaje a Lourdes".
A los buenos días a todos. Después de pasar unos días con un buen andancio, ya paece que vamos saliendo, y por eso era lo de no entrar aquí.
Amiga Tinina, que sólido recuerdo tengo de tu gran padre, siempre me llamó mucho la atención. Llegó en cierta ocasión montado en su vespino, de la que seguro que te acuerdas perfectamente, a la carpintería de un tal Manolo en Canales. Yo era un guaje de unos once-doce años y andaba enredando por allí entre la viruta. Cuando entra por la puerta y le pregunta a mi padre si ya tenía el encargo preparao, ví que en el suelo había un buen lote de tablas de pino bien atadas y bien largas. "Hay lo tienes preparao, Pepe, le dijo". Éste es el que se lo echa al hombro sin más, mientras mi padre le abria la puerta y se despidió con prisa, ya que le esperaban con cierta urgencia. Cuando yo lo ví salir del taller, no hice otra cosa que ir donde mi padre a preguntarle: pero y en que lo va a llevar?. Mira, súbete al escalón de la ventana y tu mismo lo verás: aquello me dejó francamente anonadao. Aquel hombre con más de 80 años en su d. n. i. y con un buen "fajo" de tablas al hombro, se sube en su vespino y para La Magdalena silbando....................
Y a colación de lo del baño, era de la misma escuela que mi abuelo Rosales. Más de alguna vez fui a bañarme con él a Turcio y antes de cruzar la charquina, tiraba de pantalones y al decirlo yo algo, me contestaba con un:"el que no quiera ver, que no mire". Que gentes aquellas...................... .
Amiga Tinina, que sólido recuerdo tengo de tu gran padre, siempre me llamó mucho la atención. Llegó en cierta ocasión montado en su vespino, de la que seguro que te acuerdas perfectamente, a la carpintería de un tal Manolo en Canales. Yo era un guaje de unos once-doce años y andaba enredando por allí entre la viruta. Cuando entra por la puerta y le pregunta a mi padre si ya tenía el encargo preparao, ví que en el suelo había un buen lote de tablas de pino bien atadas y bien largas. "Hay lo tienes preparao, Pepe, le dijo". Éste es el que se lo echa al hombro sin más, mientras mi padre le abria la puerta y se despidió con prisa, ya que le esperaban con cierta urgencia. Cuando yo lo ví salir del taller, no hice otra cosa que ir donde mi padre a preguntarle: pero y en que lo va a llevar?. Mira, súbete al escalón de la ventana y tu mismo lo verás: aquello me dejó francamente anonadao. Aquel hombre con más de 80 años en su d. n. i. y con un buen "fajo" de tablas al hombro, se sube en su vespino y para La Magdalena silbando....................
Y a colación de lo del baño, era de la misma escuela que mi abuelo Rosales. Más de alguna vez fui a bañarme con él a Turcio y antes de cruzar la charquina, tiraba de pantalones y al decirlo yo algo, me contestaba con un:"el que no quiera ver, que no mire". Que gentes aquellas...................... .