Camposagrado es el epicentro de un atractivo ciclo legendario. Gira en torno a una supuesta batalla entre moros y cristianos allí librada en los albores de la Reconquista, y que algunos no han dudado en considerar la Covadonga leonesa. Fue, según la versión más difundida, un crudelísimo enfrentamiento entre las tropas de Don Pelayo y los invasores sarracenos comandados por Almanzor, que se resolvió en favor de los primeros merced a la treta ideada por un astuto capitán hispano, de nombre Colinas Rodríguez. Éste, tras pedir permiso al rey, excavó en una sola noche, trece pozos, y escondió en ellos a sus tropas (50 hombres en cada uno), engañando así a los musulmanes, que resultaron vencidos. De hecho asegura la tradición que tras la cruenta batalla y victoria final para el bando cristiano, Don Pelayo en medio de una gran solemnidad mandó llamar al intrépido capitán; y bendiciéndole con la espada le comentó: «Tú sin nos los has vencido, y éste será tu apellido (Tusinos)». Un relato recogido por Antonio Fernández Álvarez y Miranda en su obra, datada en 1653: «Antigüedad de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Camposagrado de las montañas de León, estatutos y loables ejercicios de sus cofrades». Cita como fuente suya a un cronista irlandés afincado en la corte de Ramiro I. Got Vila y su «Crónica Religio Gothorum». El autor nos pone sobre pista del extraño topónimo del paraje, datando además los legendarios hechos: «Ganóse esta memorable batalla el año del Señor de 722. Volvieron los vencedores al puesto primero, adonde compadecidos, con la piedad cristiana, de ver tantos cristianos muertos, y de que se quedasen sin darles sepultura, hallándose siete obispos y el arzobispo Urbano, fiel compañero del infante, determinaron de bendecir todo el campo, para que quedasen en sagrado los cuerpos de los cristianos». Cuenta además la leyenda que la Virgen María y el Apóstol Santiago, se aparecieron a Don Pelayo para anunciarle su apoyo en el combate. El monarca astur ordenó hacerles en agradecimiento por la victoria cristiana, a cada cual su ermita, la una, dedicada al patrón de las Españas, desaparecida hace tiempo; la otra, precedente del actual santuario. En él se depositó una imagen milagrosa: