LA MAGDALENA: Ahí va el segundo, también te lo llvaré, bueno........

Muchas felicidades por el premio conseguido. ¿Donde puedo conseguir el relato?
Pilar. Mi correo: 70pilar@hotmail. es

Ahí va el segundo, también te lo llvaré, bueno..... mejor te llevo los tres. ¿te parece?.

LÁGRIMAS DE CARBÓN.
No te calles ahora, cabronazo de mierda, pendejón. Puedes estamparme al rostro hasta el último de los recelos envidiosos, güevón de los cojones. Suelta la pica ya, resabiao, joputa, ya no nos sirve de nada tanta veta acumulada en nuestra joroba de mierda. Qué dices, joder, que no te oigo. Da igual. Sé lo que piensas, pendenciero. Crees que por conseguir más carbón que nadie algún día nos recompensarán. Baja. Y ahora qué, pusilanimón, y ahora qué. Contesta, malparío, chiquilicuatro, chupazufre. Te callas. Todavía estás enfadado porque te quité la chorva. Venga ya, jodío. A qué viene relucirlo ahora, hace de eso más de treinta y cinco años, maricón. No me mires con esos ojos de rabia que te suelto una manduca, gilipollas. Que todavía no te quieres dar por enterao. Fue ella, mi Bernarda la que me eligió. Que culpa tengo yo si aquel día iba de punta en blanco, de 21 botones y tú tiznada hasta la polla, zangolotino. Eran los festejos del pueblachón y tú no libraste, qué quieres. La Bernarda y yo bailamos muy pegaditos en un ambiente de pandemonio y la enamoré; eres un mentecato. Si ya lo sé, no me lo recrimines ahora que entré en la mina gracias a tu influencia, pero yo también me partí el pecho y qué tiene que ver eso con que en este instante estés enfadado como un simio; y no me vengas a insinuarme los tres secretos de la sabiduría. Hemos sido amigos a pesar de todo, no. No vine de mi tierra de mariachis, tan lejana y tan distinta para trabajar en el submundo de las entrañas de la tierra leonesa, para que ahora te me vayas así, tan descarao, tan de golpe, cagándote por las patas abajo. Qué quieres que te diga, güevón, que te dé las gracias otra vez porque me dejaste dinero para la casa…, luego tuve que hipotecarme durante treinta años para vivir con la Bernarda; te devolví el dinero, no, me niego a seguir dándote las gracias eternamente. Qué, que me arrastraste una vez durante cuarenta metros por aquella galería cuando me rompí la pierna derecha y dos costillas y me sacaste en la jaula… también te aclamaron los camaradas al salir con vítores de héroe, ahí tuviste también tu recompensa, maldecío; de eso ya han pasado ocho años. Ya te agradecí que vinieras a verme al hospital todos los días, no. Ya sé que estabas cuando te necesitaba, y qué. Que has jugado con mis hijos, yo también con los tuyos, y jamás te lo he echado en cara. Ni siquiera le he dicho a tu Jacinta que nos fuimos a un burdel de carretera y estuviste con la pelirroja aquella de los globos descomunales que parecían sandías quirúrjicas. Si quieres lo uno por lo otro. No te vale, mierda seca. Y quítate el hollín de la cara para hablar conmigo que no te veo la expresión, bigardo de pacotilla. Te diré algo para que te animes, si te sirve de consuelo: la Jacinta es más apasionada que la Bernarda. No, no me interpretes mal… un día os espiamos en la era. Tuve que soportar que la Bernarda me dejara una nota en la mesita porque la obligué a mirar, una nota que rezaba: “Boyer”; al menos la Jacinta escribiría voyeur. Perdona que te lo confiese ahora, estamos los dos solos, a punto de jubilarnos: un sueldo del estado para toda la vida. Me oyes. Para toda la vida. Dime algo, sé que huele a azufre y a dinamita y a polvo envenenado y a orines en esta galería y que el sílice está en el candelabro de nuestros pulmones, y qué. Hemos de salir de ésta, amigo. Abre los ojos por favor te lo pido. Ya te he hecho el boca a boca, no me puedo humillar más; bueno, te dejo una noche a la Bernarda, un fin de semana; si tu me dejas a la Jacinta, claro. ¿Sonríes? Al menos una mueca… ¿No te acuerdas lo bien que lo pasábamos con los churumbeles cuando íbamos a pescar los cuatro en el río Luna?, parece que fue ayer; y te daba vergüenza bañarte en calzoncillos. ¿No te acuerdas cuando íbamos a echarnos la partida en la bolera tradicional?, era en lo único que me ganabas, malparío. ¿No te acuerdas cuando subíamos al Cillerón y sacábamos la chorra y el viento, en lo más alto, jugaba a llevarse el potente chorro haciendo espirales hasta estrellarse contra la accidentada geografía? Despierta, cabrón, no te mueras ahora, no te mueras, no... te mueras. Me lo debes. Perdona mis lágrimas de hulla, mis ojos hinchados, mis pupilas ardientes. Te debía haber valorado más…, güevazos tienes, en eso también me ganas. ¿Y nuestros Birra Crucis? ¿No te acuerdas ya? Qué cogorza la de aquel Viernes Santo al salir de la Ermita de La Magdalena, no hace tanto, no hace tanto… No me dejes… se te apaga la luz del casco de minero, hermano. No la dejes que se extinga, no. ¡NO LA DEJES!

Deposito con ternura tu cabeza inerme sobre este filón que almohadillo con mi mono de repuesto. ¿Te acuerdas de las huelgas del sector? Abanderábamos. Te juro que te quiero, ¡respira, jodío!, no te hagas el dormido conmigo, ¡oh, Dios mío!, compañero, camarada, hermano, amigo, mi gran amigo, mi gran amigo del alma hendida, pendejón.
AUTOR: GINÉ MULERO CAPARRÓS