Rebaja tu factura AQUÍ

LA MATA DE MONTEAGUDO: El pasado fin de semana estuve en La Mata, y lo cierto...

El pasado fin de semana estuve en La Mata, y lo cierto es que me trajo buenos recuerdos. Este pueblo forma parte de mi infancia, pues allí pasé parte de mis vacaciones desde que era pequeña, y es un lugar tan hermoso y privilegiado, que todo el que lo conoce lo lleva para siempre en su memoria.

Hacia ya unos años que no venía por aquí, y eso hizo que mi visita al pueblo fuera aún más emocionante e intensa. Reviví con mayor fuerza sensaciones ya conocidas, y sin duda, fue una manera de redescubrir una tierra sublime y espectacular de la que forman parte mis raíces.

Me alegro de haber vuelto en primavera, pues el paisaje está exuberante y muy bonito, engalanado de colores y matices exquisitos, y lleno de agradables olores que explotan y se entremezclan por sorpresa en el olfato del visitante afortunado. Cuando caminaba por el monte venían por doquier a mi los ricos olores del campo, la naturaleza expresaba así su riqueza, exaltando cada nota como si de un perfume se tratara. Y me sorprendía de repente el olor del tomillo, o de las setas, y de multitud de hierbas que no sabría decir que son exactamente, salvo que me gustó mucho percibir tan majestuosa prenda de la naturaleza.

Lo más hermoso para mi es el Santuario y su entorno. Creo que es una estampa hermosísima, donde se mezclan vestigios de tiempos pasados, y la belleza eterna de un paraje maravilloso, atemporal, en el que por mucho tiempo que pase, hay algo mágico que siempre sigue allí, una sensación de paz, de hermosura, de alegría, de dicha y de calma, que es un regalo para los sentidos.

Todo el que visita ese lugar es privilegiado, y aún sin saberlo, toca un punto del cielo, o de un paraíso, que hará suyo y llevará en sus bolsillos, aunque no conscientemente.

Recomiendo, por tanto, a todos los que conocéis La Mata de Monteagudo y La Velilla, volver a esa tierra, pero con ojos nuevos, como si no lo conocierais. Intentad descubrir cada rico matiz de este paisaje, de sus gentes que aún viven allí, de ese trocito de mundo, tan lejos de la ciudad (y no me refiero a los kilómetros al decir lejos), de los ruidos, de las prisas... Sin duda, un fin de semana allí, hará volar vuestra mente, esparcireis vuestros sentidos y sentireis que sois afortunados, y tal vez, os haga ser más felices.

A mi me ha hecho feliz volver a sentirme parte de esta tierra, me ha reconfortado el corazón, y he vuelto a la ciudad en la que vivo con la ilusión renovada, con las pilas cargadas, con la cámara llena de fotos, y sobre todo, con la felicidad absoluta de haber estado allí, una vez más.

Es un lugar mágico, sublime, encantandor, y por alguna razón allí te sientes libre como un pájaro, como si toda esa naturaleza se rindiera a tus pies y fuera tuya. Es un regalo poder mirar tanta belleza, perderte en sus sonidos y olores, y sentir que el mundo moderno, las ciudades y todos sus inconvenientes, no existen, o están lejos de allí. Allí es muy fácil ser feliz, sólo teneis que entregaros a la naturaleza, dejar que os inunde, que os embargue toda su intensidad, y entonces, ya nunca dejareis de estar allí, porque este lugar estará grabado en vuestros corazones.

Atrapar cada pequeño tesoro que la naturaleza nos ofrece, hacerlo nuestro, llevarnos un trocito, es tan fácil como disfrutar de ese lugar, con todos nuestros sentidos y dejarnos envolver por el encantamiento de ese paraje.

Los que vivimos en ciudades tenemos más comodidades, pero aún así, la calidad de vida es peor, y en la ciudad se pierden muchas cosas importantes y esenciales para el alma humana; la naturaleza no está a nuestro alcance en la ciudad, y nuestro espíritu necesita alimentarse de la belleza y plenitud de la naturaleza, su paz, sus rincones de quietud, y el reposo para la mente que todos necesitamos. Por eso, para los que vivimos inmersos en la urbe de la vida moderna, visitar la Mata es como una inyección de vida, de juventud y de armonía.

Un saludo a todos, y los que podáis, disfrutad de ese paraíso!

Moni.