Lo cuenta Luis R. Aizpeolea este domingo en El País. El Ejecutivo había aceptado la teoría de las dos mesas formulada por Arnaldo Otegi en el discurso de Anoeta de noviembre de 2004: una con ETA para el fin de la violencia y el tratamiento de los presos, y otra con "los partidos vascos" (aunque el PP nunca tuvo pensado estar) para la negociación política. Así lo pactaron el PSE y ETA, cuenta el diario madrileño, en julio y en noviembre de 2005, como condición previa para el "alto el fuego permanente" anunciado el 22 de marzo de 2006. ETA dejaba la mesa política a Batasuna.
Pero en la reunión de julio de 2006, las tornas cambiaron: "ETA, que rechaza iniciar conversaciones para acercar presos y avanzar en el fin de la violencia, temas sobre los que existía un plan preciso... Prima la constitución de la mesa política con participación de Batasuna, en la que todo está por hacer". El Gobierno, que había aceptado "que Batasuna pudiera funcionar de hecho" y que "si ETA cumplía su compromiso de alto el fuego, la actuación policial se relajaría", cuenta Aizpeolea, se negó a primar la mesa política, y surgió así el comunicado del 17 de agosto, en el que la banda hablaba de una "crisis" del proceso. Rebrotó entonces, de forma automática, el terrorismo callejero de la calle borroka. Por si fuera poco, las bases de Batasuna se negaron a la legalización. Y el Ejecutivo paralizó un plan de acercamiento de presos "muy preciso" que ya tenía preparado.
La narración del proceso según las fuentes de El País explica pues, a la perfección, las causas del fracaso del mismo: se vino abajo cuando ETA puso por delante lo que el Gobierno no podía dar a priori, la autodeterminación y Navarra. Sin embargo, deja meridianamente claro que, a diferencia de la tregua de 1998, unilateralmente proclamada por ETA, el "alto el fuego permanente" de 2006 fue pactado por el Gobierno: cualquier comparación con la actitud de José María Aznar hace ocho años queda pues fuera de lugar.
Además, aunque el Ejecutivo no cedió formalmente a las reivindicaciones etarras, sí que admitió una mesa política para la negociación política.
Por último, lo que, tras leer la información de Aizpeolea, se mantiene como absolutamente incomprensible es por qué Zapatero mostró tal optimismo el 29 de diciembre, pues según lo expuesto, ya desde julio no había apenas motivo para la esperanza en el buen fin del proceso. Y el presidente tenía esa información. ETA no jugaba limpio... Y decidió humillarle matando a todo el que se acercase al aparcamiento de la te4 de Barajas.
Pero en la reunión de julio de 2006, las tornas cambiaron: "ETA, que rechaza iniciar conversaciones para acercar presos y avanzar en el fin de la violencia, temas sobre los que existía un plan preciso... Prima la constitución de la mesa política con participación de Batasuna, en la que todo está por hacer". El Gobierno, que había aceptado "que Batasuna pudiera funcionar de hecho" y que "si ETA cumplía su compromiso de alto el fuego, la actuación policial se relajaría", cuenta Aizpeolea, se negó a primar la mesa política, y surgió así el comunicado del 17 de agosto, en el que la banda hablaba de una "crisis" del proceso. Rebrotó entonces, de forma automática, el terrorismo callejero de la calle borroka. Por si fuera poco, las bases de Batasuna se negaron a la legalización. Y el Ejecutivo paralizó un plan de acercamiento de presos "muy preciso" que ya tenía preparado.
La narración del proceso según las fuentes de El País explica pues, a la perfección, las causas del fracaso del mismo: se vino abajo cuando ETA puso por delante lo que el Gobierno no podía dar a priori, la autodeterminación y Navarra. Sin embargo, deja meridianamente claro que, a diferencia de la tregua de 1998, unilateralmente proclamada por ETA, el "alto el fuego permanente" de 2006 fue pactado por el Gobierno: cualquier comparación con la actitud de José María Aznar hace ocho años queda pues fuera de lugar.
Además, aunque el Ejecutivo no cedió formalmente a las reivindicaciones etarras, sí que admitió una mesa política para la negociación política.
Por último, lo que, tras leer la información de Aizpeolea, se mantiene como absolutamente incomprensible es por qué Zapatero mostró tal optimismo el 29 de diciembre, pues según lo expuesto, ya desde julio no había apenas motivo para la esperanza en el buen fin del proceso. Y el presidente tenía esa información. ETA no jugaba limpio... Y decidió humillarle matando a todo el que se acercase al aparcamiento de la te4 de Barajas.