He visto, en el foro de Folloso, como Peña cuenta la historia de su primer reloj. No he podido por menos que comentar cómo y cuales fueron mis relojes.
Afortunadamente, los que participáis en este foro de La Urz, habéis tenido una infancia más cómoda. Pero, de las necesidades y las dificultades también se aprende.
Cuando iba con las vacas, por el verano, qué era siempre, hasta que tuve edad y fuerza para realizar otros trabajos en la siega de la hierba y el pan, la ciencia estaba en detectar el momento en que había que arrearlas para ajustar la llegada a casa con el sol ya puesto, pero que se pudiera aprovechar la luz crepuscular para ordéñalas y demás tareas.
Como era muy pequeño no disponía de reloj y me guiaba, nos guiábamos, por las sombras que hacían las montañas. Por ejemplo:
Si estabas en los Bayos, Yosal, Gurmanín, la hora de arrancada se producía cuando las sombras del alto de la Cabadura cubrían las peñas del Curón.
Si había tocado el río, ya fuese por los Barriales, el Arroyo de los Moros o estuvieses en las Llamazosas, el Alto de la Prida o cualquier zona en la que se divisara la Devesa del Río con el campar de Robledo, y el nacimiento del arroyo de los Moros; el Serrón, proyectaba una sombra que se iba agrandando hasta formar un ángulo recto con la zona iluminada sobre los robles. Ésta era la señal.
Acertar, al medio día, era más fácil por la posición del sol, y cada uno tenía más o menos su referencia, ya fuese cuando trace la línea con Carrizal, cuando éste entre los dos Cotines, cuando la sombra sea la mitad de la altura, etc. Además, si moscaban, para casa.
Yo como todos, quería llevar un reloj. De casa, sólo podría utilizar el reloj de bolsillo de mi padre. Cuando tenía unos diez años, les daba la tabarra, “que si las vacas están en el valle no veo la Devesa y tengo que subir a los Castros o la mitad del camino”, “si se nubla”… …
Mi madre me comenzó a dejar, a escondidas, el reloj de mi padre, era de la marca Meta, con la esfera blanca, los números romanos, una cuerda grande con una tonalidad, quizá por el uso, diferente a la caja con su argolla para una cadena plateada gruesa con un enganche con bloqueo, haciendo juego.
Iba más contento que unas castañuelas, ya no me tenía que preocupar de la posición del sol, sólo de levantar la tapa del reloj para mirar la hora. ¡Ya era un mozo, llevaba reloj con las vacas! No tenía que preguntarle a nadie.
Poco, me duró la alegría, un mal día de primeros de Agosto, de ese mismo año, había echado las vacas para el Arroyo del Moro y yo me fui al puerto de la Pacha, colgué el zurrón, me quité la ropa, me puse un bañador y me metí en el río. ¿El reloj? Yo juraría que quedó en el bolsillo derecho del pantalón ¡Nunca más lo vi!.
El disgusto fue enorme, aún hoy cuando lo recuerdo me cabreo.
Nunca supe cómo se las arregló mi madre, pero creo que mi padre no se enteró que yo le había perdido “su” reloj. O quizá sí, pero no me lo mentó, tal vez, para no aumentar mi pena.
Afortunadamente, los que participáis en este foro de La Urz, habéis tenido una infancia más cómoda. Pero, de las necesidades y las dificultades también se aprende.
Cuando iba con las vacas, por el verano, qué era siempre, hasta que tuve edad y fuerza para realizar otros trabajos en la siega de la hierba y el pan, la ciencia estaba en detectar el momento en que había que arrearlas para ajustar la llegada a casa con el sol ya puesto, pero que se pudiera aprovechar la luz crepuscular para ordéñalas y demás tareas.
Como era muy pequeño no disponía de reloj y me guiaba, nos guiábamos, por las sombras que hacían las montañas. Por ejemplo:
Si estabas en los Bayos, Yosal, Gurmanín, la hora de arrancada se producía cuando las sombras del alto de la Cabadura cubrían las peñas del Curón.
Si había tocado el río, ya fuese por los Barriales, el Arroyo de los Moros o estuvieses en las Llamazosas, el Alto de la Prida o cualquier zona en la que se divisara la Devesa del Río con el campar de Robledo, y el nacimiento del arroyo de los Moros; el Serrón, proyectaba una sombra que se iba agrandando hasta formar un ángulo recto con la zona iluminada sobre los robles. Ésta era la señal.
Acertar, al medio día, era más fácil por la posición del sol, y cada uno tenía más o menos su referencia, ya fuese cuando trace la línea con Carrizal, cuando éste entre los dos Cotines, cuando la sombra sea la mitad de la altura, etc. Además, si moscaban, para casa.
Yo como todos, quería llevar un reloj. De casa, sólo podría utilizar el reloj de bolsillo de mi padre. Cuando tenía unos diez años, les daba la tabarra, “que si las vacas están en el valle no veo la Devesa y tengo que subir a los Castros o la mitad del camino”, “si se nubla”… …
Mi madre me comenzó a dejar, a escondidas, el reloj de mi padre, era de la marca Meta, con la esfera blanca, los números romanos, una cuerda grande con una tonalidad, quizá por el uso, diferente a la caja con su argolla para una cadena plateada gruesa con un enganche con bloqueo, haciendo juego.
Iba más contento que unas castañuelas, ya no me tenía que preocupar de la posición del sol, sólo de levantar la tapa del reloj para mirar la hora. ¡Ya era un mozo, llevaba reloj con las vacas! No tenía que preguntarle a nadie.
Poco, me duró la alegría, un mal día de primeros de Agosto, de ese mismo año, había echado las vacas para el Arroyo del Moro y yo me fui al puerto de la Pacha, colgué el zurrón, me quité la ropa, me puse un bañador y me metí en el río. ¿El reloj? Yo juraría que quedó en el bolsillo derecho del pantalón ¡Nunca más lo vi!.
El disgusto fue enorme, aún hoy cuando lo recuerdo me cabreo.
Nunca supe cómo se las arregló mi madre, pero creo que mi padre no se enteró que yo le había perdido “su” reloj. O quizá sí, pero no me lo mentó, tal vez, para no aumentar mi pena.