El castillo de Luna y su dramática leyenda
Emplazamiento del castillo de Luna
Abocando ya al pueblo de Los Barrios de Luna se avista la gran mole de hormigón que retiene las aguas del embalse, que anegó los pueblos de Venta de Truba, La Canda, Venta de Mallo, El Molinón, San Pedro de Luna, Lagüelles, Oblanca, Campo, Láncara y parte de Santa Eulalia de las Manzanas. Sus gentes buscaron en el éxodo fuera de su ambiente y su nostalgia el acomodo con el sacrificio que calmó la sed de las tierras que se consideraban irredentas del Páramo leones.
Dieciséis kilómetros se recorren desde la presa del pantano hasta su cola; trescientos millones de metros cúbicos de agua recoge este vaso montañés, con una superficie de mil hectáreas, en números redondos.
Nos hallamos en el enclave montañés de la trashumancia y se constata todos los años cuando se rinde culto al pastor con su fiesta típica y variada, sus bailes y recitales, sus tambores y panderos cuadrados, sus cintas, sus pellicos y almireces y se prueba la caldereta y la chanfaina.
Se recita el romancero cuando Pedro de Alba quiere matar al faisán que se hallaba cantando en el éxtasis del amor. Y «serás de Rosa de Lama», pero la moza detiene su mano y no deja salir el disparo porque no debe morir quien así ama.
Desde Los Barrios, que es un pueblo pintoresco y extendido en la cuenca de los montes se contempla este ingente bastión. Ya no queda castillo de Luna, solamente se aprecian los restos de su asentamiento, la inmensa mole de cuarcita que sirve de apoyo al muro del pantano.
Desde la misma carretera de la presa se puede acceder al camino que subía por la roca al interior del castillo. Allí quedan basamentos de su construcción.
En la parte baja de la presa existió un puente romano con unas pilastras de madera para asentamiento. Ya no se aprecia nada, quedó todo cubierto por el hormigón del muro.
Cómo era el castillo de Luna
Don Manuel Gómez Moreno aún alcanzó a ver parte de la edificación de este soberbio alcázar y entre sus descripciones y detalles de personas que lo conocieron antes de construirse la presa del embalse, lo describen como fortaleza distinta a las otras que se hallan por la geografía leonesa.
Murallas a roca tajada asentadas sobre el inmenso roquedal de cuarcita, cerrando el paso al valle enmarcado entre pizarrales.
El impulso de las aguas del Luna abrió su camino en la roca con un socavón en anfiteatro y una brecha mas alta, que quizá por ella debió pasar el antiguo camino hasta que los romanos trazaron el puente en diagonal al río, con dos arcos, uno grande y otro más pequeño y redondo.
La primitiva carretera horadaba la peña por un túnel y antes de entrar bajo la peña existió un monasterio, el de San Salvador, que cedió el rey Don Ordoño II al obispo de León Frunimio.
La vivienda del castillo se hallaba en la cima, accesible por un camino sobre la roca y desde allí bajaba una conducción de agua fabricada con barro cocido para recoger el agua de lluvia hasta el aljibe, que otros identifican como mazmorra, que aun existe.
El alcázar estaba lleno de pasadizos en la peña y rellanos y se han encontrado algunos molinos de mano, huesos humanos y cimientos de torres en lo más alto, con muros de contención muy gruesos. Parecía una mansión de brujas y leyendas.
Se cree erigido por Don Alfonso II el Casto en el siglo IX, como baluarte para defensa de las Asturias, que guardaba el paso hacia los puertos de Ventana, la Cubilla y la Mesa.
Don Alfonso III el Magno fortificó aún más el bastión y años más adelante, en el 992 Don Bermudo II destituyó al thenente Gonzalo porque descubrió una traición en él.
En 1399 se incorporó al patrimonio de los Quiñones, dado por Don Enrique III el Doliente a Pedro Suárez. En el siglo XV Diego Fernández obligo a su vasallos de los pueblos cercanos a reconstruir el castillo, lo que originó una protesta de los vasallos, cuyo pleito lo perdieron en la Chancilleria de Valladolid, ya que se consideraban castillos poblados y los vecinos tenían obligación de repararlos por fuero.
Dona Jimena y la pastora de Luna
Dícese que el rey asturiano buscó una ayuda extranjera en sus luchas contra la morisma y que no gustó a los leoneses.
Alfonso II el Casto recogió las manos tendidas que le brindó el gabacho Carlomagno y provocó la ira de los astur-leoneses, acaudillados por Bernardo del Carpio y armaron el trepe de Roncesvalles contra Roldan y los otros Pares de Francia.
Este Bernardo era un buen mozo leonés, hijo, según cuentan los legendarios ecos, de una infantica muy bella, un poco ligerilla de sandalias, hermana del rey Casto y de un guapo mozo, conde palatino y palentino, de Saldaña.
Y con el ímpetu de los años mozos nació Bernardo arrogante, de los que dan un paso más si es que la espada era corta.
«Arrogante, ¡oh, moro estás!
Toda la arrogancia es mía.
Ya te encontraré algún día.
En El Carpio me hallarás.
¡Ay de ti si al Carpio voy!
¡Ay de ti si al Carpio vas!
Allí está la roca, allí, donde el rey Casto se enfadó y mandó sacar los ojos al conde Sancho Díaz, encerrándolo de por vida. Allí está la roca, el soberbio castillo de Luna que fue, además, en tiempos, área de los tesoros del reino.
En los reinos de León
el Casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía,
Doña Jimena se llama.
Enamorárase de ella
ese conde de Saldaña
más no vivía engañado
porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos
que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron
la infanta encinta quedaba;
de ella naciera un infante
como la leche y la grana.
Bernardole puso de nombre,
por la su desdicha mala;
mientras empañaba al niño
en lágrimas le bañaba.
¿Para qué naciste, hijo,
de madre tan desdichada?
Para mí y para tu padre
eres amor y desgracia.
El buen rey desque lo supo
mandó en un claustro encerrarla,
y mandó prender al conde
en Luna la torreada.
Don Florentino Agustín Diez, uno de los buenos vates leoneses, cantó a la pastora de Caldas de Luna, a quien Jimena la desgraciada preguntaba por su conde enamorado y la pastora le daba razón de hallarse encerrado en el alcázar torreado de Luna.
La pastora la invita a quedarse en su choza y a probar los caluestros de su novilla Gallarda y tortas de pan candeal y leche ennatada y manteca con migas.
Sancho Díaz, San Díaz conde de Saldaña enamorado de Doña Jimena es espiado por el felón Nuño de Arlanza, que corrió al rey con los rumores y hace desmayarse a la infanta.
Emplazamiento del castillo de Luna
Abocando ya al pueblo de Los Barrios de Luna se avista la gran mole de hormigón que retiene las aguas del embalse, que anegó los pueblos de Venta de Truba, La Canda, Venta de Mallo, El Molinón, San Pedro de Luna, Lagüelles, Oblanca, Campo, Láncara y parte de Santa Eulalia de las Manzanas. Sus gentes buscaron en el éxodo fuera de su ambiente y su nostalgia el acomodo con el sacrificio que calmó la sed de las tierras que se consideraban irredentas del Páramo leones.
Dieciséis kilómetros se recorren desde la presa del pantano hasta su cola; trescientos millones de metros cúbicos de agua recoge este vaso montañés, con una superficie de mil hectáreas, en números redondos.
Nos hallamos en el enclave montañés de la trashumancia y se constata todos los años cuando se rinde culto al pastor con su fiesta típica y variada, sus bailes y recitales, sus tambores y panderos cuadrados, sus cintas, sus pellicos y almireces y se prueba la caldereta y la chanfaina.
Se recita el romancero cuando Pedro de Alba quiere matar al faisán que se hallaba cantando en el éxtasis del amor. Y «serás de Rosa de Lama», pero la moza detiene su mano y no deja salir el disparo porque no debe morir quien así ama.
Desde Los Barrios, que es un pueblo pintoresco y extendido en la cuenca de los montes se contempla este ingente bastión. Ya no queda castillo de Luna, solamente se aprecian los restos de su asentamiento, la inmensa mole de cuarcita que sirve de apoyo al muro del pantano.
Desde la misma carretera de la presa se puede acceder al camino que subía por la roca al interior del castillo. Allí quedan basamentos de su construcción.
En la parte baja de la presa existió un puente romano con unas pilastras de madera para asentamiento. Ya no se aprecia nada, quedó todo cubierto por el hormigón del muro.
Cómo era el castillo de Luna
Don Manuel Gómez Moreno aún alcanzó a ver parte de la edificación de este soberbio alcázar y entre sus descripciones y detalles de personas que lo conocieron antes de construirse la presa del embalse, lo describen como fortaleza distinta a las otras que se hallan por la geografía leonesa.
Murallas a roca tajada asentadas sobre el inmenso roquedal de cuarcita, cerrando el paso al valle enmarcado entre pizarrales.
El impulso de las aguas del Luna abrió su camino en la roca con un socavón en anfiteatro y una brecha mas alta, que quizá por ella debió pasar el antiguo camino hasta que los romanos trazaron el puente en diagonal al río, con dos arcos, uno grande y otro más pequeño y redondo.
La primitiva carretera horadaba la peña por un túnel y antes de entrar bajo la peña existió un monasterio, el de San Salvador, que cedió el rey Don Ordoño II al obispo de León Frunimio.
La vivienda del castillo se hallaba en la cima, accesible por un camino sobre la roca y desde allí bajaba una conducción de agua fabricada con barro cocido para recoger el agua de lluvia hasta el aljibe, que otros identifican como mazmorra, que aun existe.
El alcázar estaba lleno de pasadizos en la peña y rellanos y se han encontrado algunos molinos de mano, huesos humanos y cimientos de torres en lo más alto, con muros de contención muy gruesos. Parecía una mansión de brujas y leyendas.
Se cree erigido por Don Alfonso II el Casto en el siglo IX, como baluarte para defensa de las Asturias, que guardaba el paso hacia los puertos de Ventana, la Cubilla y la Mesa.
Don Alfonso III el Magno fortificó aún más el bastión y años más adelante, en el 992 Don Bermudo II destituyó al thenente Gonzalo porque descubrió una traición en él.
En 1399 se incorporó al patrimonio de los Quiñones, dado por Don Enrique III el Doliente a Pedro Suárez. En el siglo XV Diego Fernández obligo a su vasallos de los pueblos cercanos a reconstruir el castillo, lo que originó una protesta de los vasallos, cuyo pleito lo perdieron en la Chancilleria de Valladolid, ya que se consideraban castillos poblados y los vecinos tenían obligación de repararlos por fuero.
Dona Jimena y la pastora de Luna
Dícese que el rey asturiano buscó una ayuda extranjera en sus luchas contra la morisma y que no gustó a los leoneses.
Alfonso II el Casto recogió las manos tendidas que le brindó el gabacho Carlomagno y provocó la ira de los astur-leoneses, acaudillados por Bernardo del Carpio y armaron el trepe de Roncesvalles contra Roldan y los otros Pares de Francia.
Este Bernardo era un buen mozo leonés, hijo, según cuentan los legendarios ecos, de una infantica muy bella, un poco ligerilla de sandalias, hermana del rey Casto y de un guapo mozo, conde palatino y palentino, de Saldaña.
Y con el ímpetu de los años mozos nació Bernardo arrogante, de los que dan un paso más si es que la espada era corta.
«Arrogante, ¡oh, moro estás!
Toda la arrogancia es mía.
Ya te encontraré algún día.
En El Carpio me hallarás.
¡Ay de ti si al Carpio voy!
¡Ay de ti si al Carpio vas!
Allí está la roca, allí, donde el rey Casto se enfadó y mandó sacar los ojos al conde Sancho Díaz, encerrándolo de por vida. Allí está la roca, el soberbio castillo de Luna que fue, además, en tiempos, área de los tesoros del reino.
En los reinos de León
el Casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía,
Doña Jimena se llama.
Enamorárase de ella
ese conde de Saldaña
más no vivía engañado
porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos
que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron
la infanta encinta quedaba;
de ella naciera un infante
como la leche y la grana.
Bernardole puso de nombre,
por la su desdicha mala;
mientras empañaba al niño
en lágrimas le bañaba.
¿Para qué naciste, hijo,
de madre tan desdichada?
Para mí y para tu padre
eres amor y desgracia.
El buen rey desque lo supo
mandó en un claustro encerrarla,
y mandó prender al conde
en Luna la torreada.
Don Florentino Agustín Diez, uno de los buenos vates leoneses, cantó a la pastora de Caldas de Luna, a quien Jimena la desgraciada preguntaba por su conde enamorado y la pastora le daba razón de hallarse encerrado en el alcázar torreado de Luna.
La pastora la invita a quedarse en su choza y a probar los caluestros de su novilla Gallarda y tortas de pan candeal y leche ennatada y manteca con migas.
Sancho Díaz, San Díaz conde de Saldaña enamorado de Doña Jimena es espiado por el felón Nuño de Arlanza, que corrió al rey con los rumores y hace desmayarse a la infanta.