Las
esculturas de Subirachs para la entrada del templo causaron espectación en los años sesenta, sobre todo entre una feligresía más acostumbrada a la imagen de
altar, más realista. Son, no obstante, un conjunto escultórico de primer orden, con una carga y expresión dramática muy profunda en los rostros y la actitud hierática de las figuras, como si el
medievo y el
románico hubiera llegado hasta nosotros hecho girones entre el aire y el bronce rasgado para dejarnos su
mensaje. Un acierto.