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LAGO DE BABIA: Y-¦ me respondióel Señor de las Cumbres...

Y-¦ me respondióel Señor de las Cumbres
Mi admirado Antonio Viñayo, pontífice de las letras leonesas, me recomendó una vez que, cuando tuviera ocasión, ensayara la gritoterapia en la campa praderil de la laguna de Lago de Babia, que era el lugar ex profeso para ensanchar los pulmones resonando el eco humano contra la crestería de los picachos, porque allí ya invocaba paz el rey Fernando II cuando otorgó los Fueros al Lugar en 1186.

14/11/2010 MATÍAS DÍEZ ALONSO

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Así lo hice, pero pronto hube de desistir, porque desde lo alto, desde las elevadas sinuosidades de Peña Larga, que se asemejan a senos de diosas, me llegó la contestación con el balido de los rebecos. Podía asustarlos, podía turbar la paz del Señor de las Cumbres. Entoné el mea culpa por la invasión y callé. Los rebecos siguieron balando su lenguaje de señorío y posesión de privilegio y yo me encontré pequeño.

Me dediqué ya a contemplar este lago de bella estampa y reducidas dimensiones. Lo rodeé con 1.380 pasos de perímetro, tendrá unos tres metros de profundidad y un par de hectáreas de superficie. Que no llegue jamás una carretera a invadir este sacrosanto lugar de ensueño paisajístico.

El lago tiene su leyenda, pavorosa. La madre-nodriza que pastoreando el ganado dio de mamar en sus pechos pletóricos a un infante de familia linajuda, que le habían confiado su crianza. Las mujeres babianas tenían fama de buenas nodrizas. Luego le dejó al amparo de la sombra de un espino. El culebrón que gustaba de la leche olió al niño recién alimentado y se le coló por la boca en búsqueda de la leche de la babiana.

La madre sólo vio la cola del bicho cuando desaparecía por la fresca boquilla del infante, y lanzó la más grande maldición que oyeran aquellos picachos ingentes; tanto que las torrenteras comenzaron a verter aguas confluyendo en la pradera hasta formar este lago legendario.

Una excursión a este lago lleno de encantamiento es un placer irresistible. El acceso es fácil, las cuestas son suaves, el camino es cómodo, subir andando es lo propio y constituye deleite.

La laguna dista del pueblo de «Lago» 1.100 metros, la llaman «Laguna Grande», aunque no lo es. Hemos subido por las cuestas de la Buirida y el Fumeirón. Pasada la laguna el camino sigue en senda hasta Cacabillo de La Cueta, y atraviesa la Cueña de la Mula, que es una huella erosiva, asemejada a la pisada de una mula, pero si no se la muestran al excursionista es difícil hallarla.

Los Fueros

Por este camino pasaron hacia las Asturias recuas cargadas de costales de harina y alubias en la época del estraperlo, porque estaban vigilados los pasos por Ventana y Somiedo y este paso era inédito. Bien es verdad que la guardia civil «hacía un poco la vista gorda».

Dice Pascual Madoz en su Diccionario Histórico en 1847, que este sendero que va del lago a la iglesia de Santibáñez (se refiere al monasterio de Santibáñez de Babia, de las monjas cistercienses), hay una mina de oro, que llaman Cueñas o Borriellas.

Desde el lago sale un arroyo que baja borboteante a regar el praderío de Fabal, los Truébanos y los pagos de la Iglesia Vieja. Claro es que el riego es condicionado, porque el Pradón de los Cuenllas mantiene el derecho consuetudinario del aprovechamiento de esta agua, desde las horas en que salen a pastar las ovejas hasta las horas de regreso al atardecer.

El primer documento de Fuero a Lago de Babia y Cubillas de Torrebarrio se dio el 16 de marzo de 1186, por Fernando II, pero debió de haber algún contratiempo porque se expidió un nuevo documento el 17 de las kalendas de abril de 1186, confirmando y roborando de su mano y de su hijo Alfonso IX y consta de cuatro partes: el Crismón, la delimitación del territorio, el derecho de asilo y las exenciones.

Da los límites de Lago y ampara a sus moradores contra los que se atrevan a hacerles daño. Que las gentes que se amparen en la Villa se sientan tan seguros como en palacio real. Sólo el abad y los canónigos tienen autoridad sobre las gentes de la Villa. Quien quebrante este Fuero incurra en la ira de Dios y en la indignación regia, y pague caloñas. Firman el Fuero el rey y su hijo, dos obispos, dos cancilleres, un conde, un mayordomo, un arcediano, el notario real, cuatro presbíteros y tres testigos.

En cuanto a la referencia al barrio de Cubillas, hoy «Cubiechas», con el Fuero hubo un pase de «Realengo» a ser «Señorío Abacial», del Señorío del Abad del monasterio de San Isidoro de León.

En el siglo XVIII tenía Lago 16 vecinos, ocho de estado noble y ocho pecheros de estado general. Sobre éstos caía un foro de la catedral de Oviedo, que se denominaba la adra o el godo, de dos celemines de centeno por pechero (de ahí el nombre de «Adrados» de Boñar).

Los diezmos se repartían entre el curato y los dos patronos presenteros, que eran los Cuenllas, uno de Lago y otro de la ropería de Bildeo.

Los ingresos de puertos ascendían a 3.100 reales de vellón, que cubrían los 1.980 reales de gastos concejiles, y les sobraba para repartir en cañama 1.120 reales entre los 16 vecinos.

Esa paz que invocaba el rey Fernando II en Lago de Babia, la vivían los cuatro vecinos que yo encontré en mi visita. Una casona hidalga ostenta en sus muros una labra heráldica de fecha 1690, con los distintivos de la Casa de los Díaz Lorenzana, que se emparentaban con los Cuenllas por línea paterna, árboles, cruces de San Andrés, cabras y cuatro cruces de Malta.

La cruz de Malta se repite nuevamente en la pila del agua bendita de la iglesia. Esto de las cruces de Malta es muy significativo en Babia.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Todo un placer la lectura de su relato "lacianiego". Muchas gracias y un saludo.