Julio,
Romería del Encuentro.
Pescar en el
río Luna.
-En
verano, ir de tapas los Domingos por los
bares del
pueblo.
-Cocinar caldereta.
EL AMASADO Y SU PREPARACIÓN (como se hacía en el siglo XIX):
Traída a
casa, desde los
molinos rastreros, la harina, se vertía en el "escriño" grande para que enfriara y reposara. Así se conseguía
pan algo más blanco. Al día siguiente por la
noche, durante "el filandero" generalmente, en la gran masera, vacía y abierta, se colocaban en sentido longitudinal dos listones de madera, paralelos, sobre los que resbalaban dos cedazos o "peñeras". Llenas éstas de harina y una en cada mano, comenzaba el cernido, jostreando los cedazos uno contra el otro y volviendo a separarlos, con movimientos rítmicos; pausados primero y por último convulsivos. El salvado se echaba en un escriño pequeño para mezclarlo con ortigas cocidas, para engordar el
cerdo.
La harina limpia quedaba en la masera, donde se vertía
agua caliente y un poco de sal y el "hurmiento" que se traía de casa de la vecina que lo tuviera. Después de bien amasado se amontonaba todo en una
esquina de la masera, tapándola bien con mantas y se dejaba dormir toda la noche. A la mañana siguiente se levantaba un poco el embozo; si la criatura había despertado, se comenzaba a prender fuego y atizar el
horno con urces hasta que estaba "enformado"; es decir, con las paredes al rojo-violeta. Después con el "cachaviello" se sacaban los restos del fuego y, por último, con "mondillas" bien remojadas y mangadas en un varal de roble negro, se terminaba de limpiar el horno, cerrando su boca de labios negros y chamuscados con una lata, sostenida por un morrillo regaliego. Estaban ya dispuestas las redondas hogazas de seis libras, los "molletes", la pica de chorizo y tocino, la torta fuyada y por fin el bollo "rallón", que eran las ralladuras de la masera; éstas casi sin fermentar y del que a pellizcos, los chicos hacían figuritas de masa que, en la boca del horno o donde podían colocarlas, se las comían antes de cocida. A todo esto se iban metiendo en el horno las piezas con pala de madera, alumbrada por un "aguzo" que no siempre daba buena luz al interior. Una vez
cocido el amasado, se colocaba en la masera, abierta hasta que enfriara bien y había pan para todo un mes" y "pica" hasta que se acabara.
“Una vida anónima”: Descripción de tareas en la Casona de mis abuelos en
Los Barrios de Luna (Jesús García Pérez, 1910-1975)