Los Montes de la Ermita es un bellisimo pueblo colgado de la ladera en las estribaciones de la sierra de Gistreo en la comarca del Bierzo. Situado a gran altitud y padeciendo unos inviernos con mucha nieve y con malas comunicaciones lo que le hacia estar bastante aislado de los pueblos mas bajos.
Se componía de unas 40 viviendas y la gente sobrevivia con el ganado (ovejas, cabras y vacas) y del cultivo del centeno, principal producción agrícola.
El pueblo quedó abandonado en el año 1.981, cuando marcharon los últimos vecinos que quedaban: dos hermanos solteros que después de haber estado viviendo dos años completamente solos en el pueblo, se marcharon con unos familiares al pueblo de Vivero en la comarca de Las Omañas y cerraron el ultimo residuo de vida en los Montes con lo que a continuación se produjo una autentica rapiña en las casas y en la iglesia.
La gente marchó sobre todo a Igüeña, algunos a Bembibre y una ó dos familias a Madrid.
El motivo principal del abandono fue porque la gente en la década de los 50 y los 60 empezó a trabajar en las minas de carbón de Igüeña y tenían que hacer costosos desplazamientos a pie ó en bicicleta por malos caminos y con mala climatología, por lo que la gente decidió irse a vivir a Igüeña para estar mas cerca del trabajo, aparte también de las nulas infraestructuras que poseía el pueblo y lo aislado que se encontraba.
El cura y el medico subían de Igüeña a pie ó a caballo, y el cartero si residía en el pueblo: bajaba por las mañanas a Igüeña a recoger la correspondencia y la repartía para tres pueblos: Colinas del Campo, Urdiales de Colinas y los Montes de la Ermita.
Las fiestas eran en septiembre realizándose una misa, a continuación se sacaba la virgen en procesión a cargo de las mozas solteras. Por la tarde se hacia el campeonato de bolos y una tradición que ha pervivido hasta la actualidad llamada la ronda de las bodegas, que consistía en que en varias casas se sacaba a la puerta una mesa con unos pinchos, dulces ó un tentempié para todos los transeúntes que pasaran por allí. Por la noche se realizaba el baile que normalmente solía ser amenizado por el acordeonista de Igüeña.
La fiesta nunca dejó de celebrarse, ni aun cuando el pueblo quedó completamente deshabitado, y en la actualidad se ha pasado al tercer fin de semana de agosto.
El pueblo en la actualidad tiene un habitante estable (un jubilado de las minas), que ha vuelto al pueblo hace unos años y se dedica al ganado ovino y cabrio. Se han rehabilitado varias casas dada la cercanía de donde residen actualmente y la gente sube en el día ó a quedarse algunos días, por lo que no tiene habitantes de veraneo que pasen allí largas temporadas.
Desde hace unos años se ha creado la asociación de amigos de los Montes de la Ermita que esta llevando a cabo una labor entusiasta y con mucha vitalidad de la recuperación del pueblo. Se ha restaurado la iglesia y la escuela, se ha arreglado el camino de acceso, se ha acondicionado la explanada de entrada al pueblo, donde se realiza el baile y otras actividades, y tienen en proyecto varias ideas más.
Un pueblo bucólico para estar en contacto con la naturaleza (esta rodeado de gran cantidad de arboles: robles, nogales y cerezos mayormente) y sirve de punto de partida para los aficionados al senderismo que suben al Catoute (el pico más alto del Bierzo).
Se componía de unas 40 viviendas y la gente sobrevivia con el ganado (ovejas, cabras y vacas) y del cultivo del centeno, principal producción agrícola.
El pueblo quedó abandonado en el año 1.981, cuando marcharon los últimos vecinos que quedaban: dos hermanos solteros que después de haber estado viviendo dos años completamente solos en el pueblo, se marcharon con unos familiares al pueblo de Vivero en la comarca de Las Omañas y cerraron el ultimo residuo de vida en los Montes con lo que a continuación se produjo una autentica rapiña en las casas y en la iglesia.
La gente marchó sobre todo a Igüeña, algunos a Bembibre y una ó dos familias a Madrid.
El motivo principal del abandono fue porque la gente en la década de los 50 y los 60 empezó a trabajar en las minas de carbón de Igüeña y tenían que hacer costosos desplazamientos a pie ó en bicicleta por malos caminos y con mala climatología, por lo que la gente decidió irse a vivir a Igüeña para estar mas cerca del trabajo, aparte también de las nulas infraestructuras que poseía el pueblo y lo aislado que se encontraba.
El cura y el medico subían de Igüeña a pie ó a caballo, y el cartero si residía en el pueblo: bajaba por las mañanas a Igüeña a recoger la correspondencia y la repartía para tres pueblos: Colinas del Campo, Urdiales de Colinas y los Montes de la Ermita.
Las fiestas eran en septiembre realizándose una misa, a continuación se sacaba la virgen en procesión a cargo de las mozas solteras. Por la tarde se hacia el campeonato de bolos y una tradición que ha pervivido hasta la actualidad llamada la ronda de las bodegas, que consistía en que en varias casas se sacaba a la puerta una mesa con unos pinchos, dulces ó un tentempié para todos los transeúntes que pasaran por allí. Por la noche se realizaba el baile que normalmente solía ser amenizado por el acordeonista de Igüeña.
La fiesta nunca dejó de celebrarse, ni aun cuando el pueblo quedó completamente deshabitado, y en la actualidad se ha pasado al tercer fin de semana de agosto.
El pueblo en la actualidad tiene un habitante estable (un jubilado de las minas), que ha vuelto al pueblo hace unos años y se dedica al ganado ovino y cabrio. Se han rehabilitado varias casas dada la cercanía de donde residen actualmente y la gente sube en el día ó a quedarse algunos días, por lo que no tiene habitantes de veraneo que pasen allí largas temporadas.
Desde hace unos años se ha creado la asociación de amigos de los Montes de la Ermita que esta llevando a cabo una labor entusiasta y con mucha vitalidad de la recuperación del pueblo. Se ha restaurado la iglesia y la escuela, se ha arreglado el camino de acceso, se ha acondicionado la explanada de entrada al pueblo, donde se realiza el baile y otras actividades, y tienen en proyecto varias ideas más.
Un pueblo bucólico para estar en contacto con la naturaleza (esta rodeado de gran cantidad de arboles: robles, nogales y cerezos mayormente) y sirve de punto de partida para los aficionados al senderismo que suben al Catoute (el pico más alto del Bierzo).