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Feliz quien vivió en los
campos paternos
y se hizo anciano en la
casa donde fue niño.
Quien apoya el bastón donde anduvo a gatas
y en la misma casa vio tres generaciones.
No lo arrastró la Fortuna en su tempestad
a beber en otras
fuentes, huésped de su extravío,
ni siendo mercader temió al
mar ni soldado la trompeta
ni sufrió las reyertas del
foro.
Sin conocer el mundo ni el
pueblo más cercano,
disfruta del más amplio horizonte.
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