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MANZANEDA DE OMAÑA: MOLINOS...

MOLINOS

En cada pueblo de la comarca de Omaña siempre hubo más de un mulín que se regía por el sistema de paradas repartidas entre los vecinos participantes. Esto permitía que una persona tuviese turnos de diferente duración o número de veces, derecho adquirido en más de un molino, que era posible venderse o transmitirse por herencia.

Este tipo de molino hidráulico corresponde al propio del Noroeste peninsular, especialmente al de la provincia de León, constituido por una sola piedra que, por moler sólo durante unas determinadas épocas del año en las que había caudal suficiente –invierno y primavera–, reciben el nombre de rastreros.

Se situaban sobre canales desviados de los cursos fluviales para evitar, con las crecidas, su anegamiento. También se levantaban sobre pequeños arroyos, para lo cual se reconducía el impulso del agua por la canal o, cuando no era suficiente, mediante represados, facilitando una mayor caída sobre el rodezno que hace mover la piedra y así efectuar la molienda.

Son de pequeño tamaño, de planta casi cuadrangular o rectangular, mampostería trabada con arcilla o en seco, esquinales a llave y cubierta a dos aguas de cuelmo, teja o losa. La estructura arquitectónica es elemental, con armadura de parhilera. Poseen un vano de acceso y casi nunca ventanas. El dintel de la salida del cárcavo puede ser recto hecho de madera o piedra, y en arco de medio punto con dovelas de lajas. Algunos de ellos fueron, en torno a los años treinta, fábrica de luz o se asociaron a serrerías (El Castillo, Trascastro) y batanes, como el de Arienza, molino que luego se convertiría en tahona cuando se instaló la cernedora, ésto es, la selectora de harina.

Alojan en su interior una maquinaria cuyo sistema no ha variado desde época medieval. Consta de dos piedras, una fija y otra, la superior, móvil, hechas de piedra extraídas en las canteras del entorno. Luego se sustituyeron por muelas industriales de patente francesa. Estas piedras se cerraban con el tambor o caja para evitar polvo y pérdidas de harina. Sobre el ojo de la muela superior caía el cereal desde la mojea, muxega o muxiega, por la canaleja o canalexa. Ésta se movía de izquierda a derecha gracias a la taribuela o tarabica, palitroque unido a un lateral de aquélla y sobre la muela superior. Con el giro de ésta se accionaba la tarabica, movimiento que transmitía a la canalexa para distribuir el grano en el ojo de la piedra. La tarabica sería sustituida por el carraquillo, cilindro con un aplique metálico dentado sobre el que tropezaba la canalexa para hacer el mismo movimiento. En ese ojo de la muela se halla la ina, también llamada segurella, que fijaba el fuso, árbol o eje a la muela. Este eje se anclaba en el rodeño (Fasgar), primero de madera (molino de Abajo de Santibáñez de la Lomba) y después de hierro. Sobre él caía el agua impulsando el giro, al apoyarse sobre la puente con un ijón (Rosales) o quicio (Villanueva de Omaña) sobre un geijo encastrado en la viga del puente. Desde él se elevaba una varilla, llamada aliviadero, que permitía separar las piedras y de esta manera obtener harina más o menos gruesa. La harina molida se vertía en el brandal, cajón de madera adosado a las muelas (Alonso González, 1989).