La casa como referencia de la tradición
La tradición se expresa de formas distintas y con diversos matices. Dentro de ella hay una serie de costumbres que se repiten invariablemente al poseer un conjunto de significados a veces con valor ritual.
La permanencia de los hábitos, en buena parte producto de la necesidad, hizo que se regularan, con el tiempo, en las Ordenanzas, especialmente aquéllas relacionadas con las prestaciones del vecindario o las que entran en el apartado de la simbología. Como ejemplo de las primeras, y aludiendo a la construcción de una casa, era costumbre ofrecer una comida o merienda, dentro de las posibilidades de aquél que estaba levantando la edificación, cuando se terminaba la obra, festejo que recibía el nombre de El ramo (La Urz, La Omañuela). En cuanto a las segundas, la terminación de la cubierta podía igualmente ser señalada, para conocimiento de todos, con la colocación de un ramo de chopo o la bandera de España, culminando los vértices con fragmentos de teja o con geijos de cuarzo, llamativos sobre el color oscuro de las llábanas o de las llousas. Pero también encerraba otros significados de carácter religioso, como la bendición de la casa, la grabación de cruces en los dinteles para protegerla, a imitación de las que señalaban las entradas de las ermitas o las casas parroquiales en las que, por cierto, también era posible el adorno de dos llaves, símbolo de San Pedro.
Igualmente se protegía la casa con los ramos bendecidos el Domingo de Ramos, puestos en los balcones, ventanas, cuadras, con efecto similar en cuanto a la creencia, al de las CRUCES de CARAVACA (Sabugo, Campo de la Lomba), las velas bendecidas el día de Jueves Santo, las velas puestas a Santa Lucía o la imagen del Sagrado Corazón, defendiéndolas con estos talismanes, del rayo, amenaza real que llevaba a cultivar prácticas de protección tan extremas como la de colocar en el corral el forniello o cachaviello y la pala del forno en forma de cruz (La Omañuela, Ponjos, Montrondo). También se echaban a la lumbre algunas hojas del ramo bendito, buscando un efecto semejante. La creencia llevaba incluso a realizar toques de repiquete de campana o a invertirlas como en Castro de la Lomba, siempre unido a oraciones específicas como las dedicadas a Santa Bárbara: “Santa Bárbara bendita / que en el cielo estás escrita / con papel y agua bendita./ Santa Bárbara, doncella, líbranos de las centellas / y del rayo mal airado / líbranos si morimos en pecado” (Díez González, 1982, 68).
*Me ha llamado la atención que protegieran las casas con las cruces de Caravaca, aunque no debiera, pues hice una vez una traducción de unos articulos de Alemania, donde tambien cumplia la misma función, decía allí que la habían llevado los Templarios. (Marilin)
La tradición se expresa de formas distintas y con diversos matices. Dentro de ella hay una serie de costumbres que se repiten invariablemente al poseer un conjunto de significados a veces con valor ritual.
La permanencia de los hábitos, en buena parte producto de la necesidad, hizo que se regularan, con el tiempo, en las Ordenanzas, especialmente aquéllas relacionadas con las prestaciones del vecindario o las que entran en el apartado de la simbología. Como ejemplo de las primeras, y aludiendo a la construcción de una casa, era costumbre ofrecer una comida o merienda, dentro de las posibilidades de aquél que estaba levantando la edificación, cuando se terminaba la obra, festejo que recibía el nombre de El ramo (La Urz, La Omañuela). En cuanto a las segundas, la terminación de la cubierta podía igualmente ser señalada, para conocimiento de todos, con la colocación de un ramo de chopo o la bandera de España, culminando los vértices con fragmentos de teja o con geijos de cuarzo, llamativos sobre el color oscuro de las llábanas o de las llousas. Pero también encerraba otros significados de carácter religioso, como la bendición de la casa, la grabación de cruces en los dinteles para protegerla, a imitación de las que señalaban las entradas de las ermitas o las casas parroquiales en las que, por cierto, también era posible el adorno de dos llaves, símbolo de San Pedro.
Igualmente se protegía la casa con los ramos bendecidos el Domingo de Ramos, puestos en los balcones, ventanas, cuadras, con efecto similar en cuanto a la creencia, al de las CRUCES de CARAVACA (Sabugo, Campo de la Lomba), las velas bendecidas el día de Jueves Santo, las velas puestas a Santa Lucía o la imagen del Sagrado Corazón, defendiéndolas con estos talismanes, del rayo, amenaza real que llevaba a cultivar prácticas de protección tan extremas como la de colocar en el corral el forniello o cachaviello y la pala del forno en forma de cruz (La Omañuela, Ponjos, Montrondo). También se echaban a la lumbre algunas hojas del ramo bendito, buscando un efecto semejante. La creencia llevaba incluso a realizar toques de repiquete de campana o a invertirlas como en Castro de la Lomba, siempre unido a oraciones específicas como las dedicadas a Santa Bárbara: “Santa Bárbara bendita / que en el cielo estás escrita / con papel y agua bendita./ Santa Bárbara, doncella, líbranos de las centellas / y del rayo mal airado / líbranos si morimos en pecado” (Díez González, 1982, 68).
*Me ha llamado la atención que protegieran las casas con las cruces de Caravaca, aunque no debiera, pues hice una vez una traducción de unos articulos de Alemania, donde tambien cumplia la misma función, decía allí que la habían llevado los Templarios. (Marilin)