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MANZANEDA DE OMAÑA: Es norma una distribución de los espacios interiores...

Es norma una distribución de los espacios interiores de forma jerarquizada. Los secundarios a veces superan al número de habitaciones de la casa, distribuyéndose en torno a un corral. Es, por su concepción, una unidad cerrada, cuya vida se desarrolla hacia el interior, significándose el régimen autárquico que la condiciona. A su vez, la dureza del clima obliga a esa “interiorización”, manteniendo en su concepto nuclear, todos los recursos espaciales para albergar animales, forrajes, y disponer de recintos para el almacenamiento de alimentos (panera o cillero, cocina de humo), e, incluso, para el pozo, citado por el Catastro de Ensenada (caja 8.588, leg. 973, fol. 18; A. H. P. L.) en Rodicol, es decir, en 1752, como parte de la casa. La habilitación de bodegas, más bien, suétanos, así como de paneras, representan otro espacio más que necesario, en función de la clase de producto que allí se guardaba.

En cuanto al ornamento, en los municipios de Valdesamario, Riello y Soto y Amío, los elementos decorativos son más abundantes, mientras que en Murias de Paredes hay mayor parquedad y rusticidad, salvo en el pueblo cabecera del Ayuntamiento que, como sede del Partido Judicial que fue, ofrece ciertas singularidades no tradicionales por cuanto que es una arquitectura, en ciertos casos, de mayor volumen, resultado de la actividad mercantil, algo parecido a lo que ocurre en Riello, sede de un mercado que se celebraba todos los martes, que todavía pervive y que concita gentes e influencias. No obstante, la comarca no ofrece con intensidad las decoraciones propias del Noroeste penínsular, es decir, flores hexápetalas y tetrapétalas inscritas en círculos o recuadros, tetrásqueles, rosetas, figuras astrales, faunísticas, vegetales o geométricas. Cuando se plasman, carecen de lenguaje simbólico, respondiendo a concepciones simples o a reaprovechamientos de otras construcciones eclesiásticas o nobiliarias. Sí son más frecuentes los recercos encalados en vanos, propios de las zonas de Soto y Amío, Riello y Valdesamario, adoptando sucesivamente los encalados y la utilización de bitonos color pastel, según la moda urbana de los últimos tiempos.

La casa más antigua que señala su origen, es del año 1736, localizada en Sosas del Cumbral, y otra de 1777, en Sabugo, de forma que se ha podido contrastar visualmente desde el siglo xvIIi la realidad de esta arquitectura, así como documentalmente a partir del Catastro de Ensenada.

La arquitectura subsidiaría posiblemente sea la más dañada, en claro proceso de ruina, por estar peor construida. Tal es así, que los hórreos existentes en Los Bayos, han desaparecido. Los pajares, que para evitar peligros de incendio ocuparon construcción independiente, se pierden irremediablemente por no ser retechados. Los que se conservan, poseen, en su mayoría, la cubierta de cuelmo a la que se ha sobrepuesto fibrocemento, fórmula que indirectamente ha permitido su permanencia.

Es tradicional la diferencia entre establo, corte y caballeriza, distinción secular que se ha mantenido. Estas construcciones adyacentes a la vivienda se disponen en torno a un corral que puede estar cerrado con pared de tapial, como en Paladín y en Cornombre, o cercado con “piedra viva”, como encontramos ya desde el siglo XVIII en el Catastro de Ensenada (caja 8.123, leg. 272; A. H. P. L.). A estos corrales asoman los corredores, localizados desde 1752 en Villabandín (caja 8.914, leg. 1160, fol. 59 v; A. H. P. L.), Senra (caja 8.754, leg. 974, fol. 18; A. H. P. L.) y Lazado (caja 8.277, leg. 449, fol. 273; A. H. P. L.). Se construyen abiertos en núcleos más protegidos, y cerrados en los pueblos de más altura. Les hay exteriores, pero son de pequeñas dimensiones. No obstante, su presencia no indica una generalidad, aunque es cierto que hay que considerarlos como un elemento más de la arquitectura de Omaña y Valle de Samario.

En la actualidad, la casa tradicional presenta un sesgo regresivo con pérdida de su traza original. Si a ello añadimos serias alteraciones en su fisonomía, ofrece un panorama del caserío transformado, cuyo origen se inicia en el proceso emigratorio que tuvo su mayor incidencia entre los años 50 y 70 del presente siglo, de las aculturaciones producidas por el uso de materiales ajenos a los tradicionales, a los cambios de los espacios y de sus finalidades, a las remodelaciones en el conjunto arquitectónico y a la realización de infraestructuras urbanas mal aplicadas. Con ello, el paisaje característico, que sólo puntualmente se puede vislumbrar, varía, y, en lo que la tradición se refiere, se convierte en un suceso que forma parte ya del pasado. La realidad actual es compleja y delicada, tanto desde el punto de vista de estudio como desde el que se puede plantear en el futuro, que debiera presentarse como de obligado respeto hacía estas tipologías que son parte de una identidad y de un patrimonio cultural que personaliza y distingue.