En la segunda fase se hacían los muros de mampostería
... de caliza o pizarra sentada con mortero de barro; utilizando en las esquinas sillares con ligera labra. Los muros laterales –lanceros- son de altura aproximada de 2,5 metros, predominando el macizo sobre el vano. Las ventanas apenas existen, siendo éstas de un tamaño reducidísimo; apenas 30-40 cm. Enmarcadas en sillares adintelados o en postes de madera. En estos muros laterales existen ejemplares que arrimaban pies derechos de madera - “estelas” - de trecho en trecho, que se corresponden con otros interiores, que se unían sobre el muro en el que se asentaba una gran viga - "solero" - a lo largo de todo él, en la que también se apoyan los "pares" de los paños inclinados de la cubierta.
Los muros astiales – "agujas" - eran más elevados, llegando hasta el límite marcado por la cumbrera o portón.
Por regla general en la aguja anterior o testero – "puntal" - se dispone la fachada y el acceso de personas y animales. En otros ejemplares la fachada y la puerta la estructuraban en una lancera o muro lateral. Ejemplos de uno y otro tipo existen por toda la Comarca.
En las fachadas solían prolongar el alero del tejado, creando así "portaladas" para guardar el carro y otros aperos de labranza (trillos, arados, rastrillos...), así como haces de hoja y leña para el invierno. Dado la dura climatología invernal, las "portaladas" fueron un elemento muy habitual en las construcciones del tipo que estamos estudiando, y en su posterior evolución en las cuadras y establos, independientes ya de la vivienda.
Las puertas, de escasas proporciones, y enmarcadas con piedras toscamente labradas y dintel monolítico, podían ser rectangulares o en forma de arco de medio punto, con dovelas de sillería.
Trabajadas a base de tablones de roble o haya, de una o dos hojas, tenían en la mitad superior un ventanillo que aquí llaman “cuarterón”. Para cerrar se usaba la "tarabica", listón de madera que se levanta desde el exterior por medio de una correa que traspasa la puerta por un agujero, y el "pestillo" –cerradura de madera- que sólo se podía abrir o cerrar desde el interior, pues clavado en la puerta giraba hacia la jamba, impidiendo la apertura desde el exterior.
Encima de la puerta lateral abrían el “boquero” (ventana de madera de una o dos hojas) enmarcado en piedra que daba acceso al pajar- "tenada"-, y en el muro sobre la parte de la cocina, situaban de igual manera otro ventanuco para posibilitar la entrada de luz y la salida del humo de dicha estancia.
... de caliza o pizarra sentada con mortero de barro; utilizando en las esquinas sillares con ligera labra. Los muros laterales –lanceros- son de altura aproximada de 2,5 metros, predominando el macizo sobre el vano. Las ventanas apenas existen, siendo éstas de un tamaño reducidísimo; apenas 30-40 cm. Enmarcadas en sillares adintelados o en postes de madera. En estos muros laterales existen ejemplares que arrimaban pies derechos de madera - “estelas” - de trecho en trecho, que se corresponden con otros interiores, que se unían sobre el muro en el que se asentaba una gran viga - "solero" - a lo largo de todo él, en la que también se apoyan los "pares" de los paños inclinados de la cubierta.
Los muros astiales – "agujas" - eran más elevados, llegando hasta el límite marcado por la cumbrera o portón.
Por regla general en la aguja anterior o testero – "puntal" - se dispone la fachada y el acceso de personas y animales. En otros ejemplares la fachada y la puerta la estructuraban en una lancera o muro lateral. Ejemplos de uno y otro tipo existen por toda la Comarca.
En las fachadas solían prolongar el alero del tejado, creando así "portaladas" para guardar el carro y otros aperos de labranza (trillos, arados, rastrillos...), así como haces de hoja y leña para el invierno. Dado la dura climatología invernal, las "portaladas" fueron un elemento muy habitual en las construcciones del tipo que estamos estudiando, y en su posterior evolución en las cuadras y establos, independientes ya de la vivienda.
Las puertas, de escasas proporciones, y enmarcadas con piedras toscamente labradas y dintel monolítico, podían ser rectangulares o en forma de arco de medio punto, con dovelas de sillería.
Trabajadas a base de tablones de roble o haya, de una o dos hojas, tenían en la mitad superior un ventanillo que aquí llaman “cuarterón”. Para cerrar se usaba la "tarabica", listón de madera que se levanta desde el exterior por medio de una correa que traspasa la puerta por un agujero, y el "pestillo" –cerradura de madera- que sólo se podía abrir o cerrar desde el interior, pues clavado en la puerta giraba hacia la jamba, impidiendo la apertura desde el exterior.
Encima de la puerta lateral abrían el “boquero” (ventana de madera de una o dos hojas) enmarcado en piedra que daba acceso al pajar- "tenada"-, y en el muro sobre la parte de la cocina, situaban de igual manera otro ventanuco para posibilitar la entrada de luz y la salida del humo de dicha estancia.