EL DOLOR DE LA MINA
El dolor de la mina en la calle. El mismo dolor de cada amanecer cuando, dejando el sol y la vida a la espalda, el minero, apretando silencio entre los dientes, baja al abismo a arrancar su negro salario. El mismo dolor de la callada queja de la esposa, madre, hermana, hija, novia o compañera, que lo ven partir y que no pueden detenerlo, porque hay que llenar el puchero. Pero ese dolor no trasciende, no se escucha, no se aprecia, no se comparte en la calle. Sólo cuando el pan de sus hijos está en juego el minero se expresa. Y ahora lo hace. Lo hace con la incertidumbre de un futuro que, en poder de políticos ineptos, ecologistas de oficina y empresarios aprovechados, se tambalea.
Es probable que esas gentes que parecen tener en sus manos -y que de hecho lo tienen- el porvenir de los que sólo cuentan con su trabajo y sus fuerzas para sobrevivir, tengan razón, y el carbón, que tantas bocas ha llenado en nuestra tierra, de repente, se haya vuelto tremendamente contaminante. Es verdad. Pero ¿qué vamos a hacer? ¿Qué van a hacer los mineros, si no les ofrecemos alternativas? ¿Con qué van a llenar el estómago de sus hijos? Con el turismo, contestan satisfechos de su capacidad creativa los responsables de la muerte de la provincia. ¿Qué turismo? ¿El que vamos a enterrar en Lancia, tal vez?
Ya hemos conseguido, a base de cargarlos de impuestos y exigencias, y hasta con alguna subvención a los más remisos, acabar con nuestra agricultura y ganadería. Ahora vamos a por los mineros y a este respecto confieso que no puede ser en absoluto objetiva. Mi padre entró a los doce años en una mina de Sabero, hasta que la vergonzosa guerra civil que padecimos lo empujó con dieciséis a las montañas para salvar la vida. Y, por si esto fuera poco, mis abuelos y bisabuelos fueron mineros. No puedo ser objetiva. Sólo siento vuestro dolor muy dentro, allá en las tripas heredadas de mis antepasados. No sé qué podría deciros, carezco de soluciones, sólo puedo ofreceros mi total apoyo y comprensión."
Tribuna Diario de León
Ara Antón escritora
28/09/2010
El dolor de la mina en la calle. El mismo dolor de cada amanecer cuando, dejando el sol y la vida a la espalda, el minero, apretando silencio entre los dientes, baja al abismo a arrancar su negro salario. El mismo dolor de la callada queja de la esposa, madre, hermana, hija, novia o compañera, que lo ven partir y que no pueden detenerlo, porque hay que llenar el puchero. Pero ese dolor no trasciende, no se escucha, no se aprecia, no se comparte en la calle. Sólo cuando el pan de sus hijos está en juego el minero se expresa. Y ahora lo hace. Lo hace con la incertidumbre de un futuro que, en poder de políticos ineptos, ecologistas de oficina y empresarios aprovechados, se tambalea.
Es probable que esas gentes que parecen tener en sus manos -y que de hecho lo tienen- el porvenir de los que sólo cuentan con su trabajo y sus fuerzas para sobrevivir, tengan razón, y el carbón, que tantas bocas ha llenado en nuestra tierra, de repente, se haya vuelto tremendamente contaminante. Es verdad. Pero ¿qué vamos a hacer? ¿Qué van a hacer los mineros, si no les ofrecemos alternativas? ¿Con qué van a llenar el estómago de sus hijos? Con el turismo, contestan satisfechos de su capacidad creativa los responsables de la muerte de la provincia. ¿Qué turismo? ¿El que vamos a enterrar en Lancia, tal vez?
Ya hemos conseguido, a base de cargarlos de impuestos y exigencias, y hasta con alguna subvención a los más remisos, acabar con nuestra agricultura y ganadería. Ahora vamos a por los mineros y a este respecto confieso que no puede ser en absoluto objetiva. Mi padre entró a los doce años en una mina de Sabero, hasta que la vergonzosa guerra civil que padecimos lo empujó con dieciséis a las montañas para salvar la vida. Y, por si esto fuera poco, mis abuelos y bisabuelos fueron mineros. No puedo ser objetiva. Sólo siento vuestro dolor muy dentro, allá en las tripas heredadas de mis antepasados. No sé qué podría deciros, carezco de soluciones, sólo puedo ofreceros mi total apoyo y comprensión."
Tribuna Diario de León
Ara Antón escritora
28/09/2010