Fué la mujer que más he querido en mi vida. La adoraba. Ella sola desde
El Castillo cuidaba una
vaca, un gocho, gallinas, conejos y una
huerta detrás de
casa. Por "Transportes Omaña" nos enviaba leche, huevos, chorizos, afrejoles, berzas, patatas y casi casi nos mantenía en
León porque el sueldo de mi padre (en El
Casino) no era muy allá. Sufrió mucho en la vida con la pérdida se su hija (una niña de cuatro años, abrasada con el
agua de la caldera de las morcillas) y después con la muerte de su hijo,
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